Zamora es una ciudad en la que, si uno habla mal de un señor, se cabrean cuatro; pero, si habla bien de otro, se cabrean ocho. Quiere esto decir que el halago o el reconocimiento hacia el trabajo de un tercero granjeará a ambos (a quien escribe y a quien es descrito) mayor número de enemigos que si uno le hubiera disparado con palabras llenas de ruido y furia. Aparte de lo anterior molesta también la omisión, sea voluntaria o involuntaria. Oiga, que usted escribió de actores y mi novia es actriz y no la sacó. Bueno, pues dígale a su novia que no lo sabía y que no se apure, que se hablará de ella en su momento. Algo parecido le ocurrió a uno hace un par de años. No faltan, en esta galería de rencorosos, quienes nos acusen de amiguismo. ¿Cuánto te pagó ése para que escribieras de él? ¿Cómo te sobornó? Y tonterías similares. Todo este asunto, no obstante, demuestra que el zamorano, contrariamente a lo que piensen, no está muerto ni inactivo, y que se irrita a la menor, lo cual es bueno, aunque este entusiasmo peleón deberíamos emplearlo en reivindicaciones serias.
Vamos a mencionar a cuatro personas en este artículo, y vamos a hablar bien de su trabajo, y por eso sumaremos enemigos. Si me acusan de amiguismo, aquí van cuatro tazas: un primo, un amigo y dos conocidos de vista. Y no hay perjuicio porque uno cuenta con la libertad de opinar y el beneplácito de su director. Los cuatro tienen talento y son zamoranos, de nacimiento o de adopción. Han participado en el magnífico videojuego “Commandos Strike Force”, cuyos decorados y personajes son un espejo de añoradas películas de guerra. A José Manuel García quizá lo vieran días atrás en los periódicos y en las cadenas de televisión nacionales. Es el jefe del proyecto y le ha tocado, por tanto, sacar la muleta y lidiar frente a las cámaras. Hace unos años me invitó a que viera las oficinas donde curran. Es una plantilla muy joven, tan joven que a veces se siente uno abuelo junto a ellos. Parecía que los chicos estaban pasando el rato ante los ordenadores, pero luego salen videojuegos de lujo, muy trabajados, muy obsesivos en el detalle, con una música impecable, que compiten con los del extranjero y venden un huevo, y los jefes van cada año a Los Ángeles a promocionar el invento. A José Manuel lo llamaba por teléfono cuando estaban terminando el videojuego, tarea nada fácil y similar al minimalismo con el que los artesanos construían los relojes: casi todos los fines de semana estaba en las oficinas de Pyro Studios, dando el callo día y noche. ¿Pero no descansáis? No, contestaba, de momento no, hay que terminar el juego. Oscar García ha prestado su voz a un par de personajes: a un ruso y a un francés de la resistencia, y esto nos lo contó en una entrevista para el periódico, así que no necesita mayor aclaración. Oscar, además, asistió a una escuela de doblaje. A César Botana lo conocí en aquella visita a la empresa. No lo he vuelto a ver y no recuerdo su fisonomía, pero baste decir que es de la tierra y es programador en la versión multiplayer de “Commandos”. El cuarto es David Ramos y, aunque no participa en este videojuego, es programador en otros proyectos de la empresa. Recuerdo cuando, en Zamora, me dijo David: “Me han contratado en Madrid, en Pyro Studios”. Le respondí: “Pero si esa es la empresa donde está mi primo”. El mundo es un pañuelo.
Pyro lleva diez años en la brecha. Es la principal empresa de entretenimiento digital en España. Casi trescientas personas han aportado tiempo, ideas, talento y sudor a este último “Commandos”. Trabajan allí tres zamoranos, y un invitado que ha doblado a dos personajes. Deberíamos alegrarnos todos.