En ocasiones la ficción se acaba cumpliendo en la realidad. Sabemos de esas leyendas que cuentan que gran parte del equipo de “Poltergeist” se vio envuelto en muertes prematuras, sucesos paranormales y demás acontecimientos parecidos a los de la película. Son el tipo de historias que luego le ponen a uno los pelos de punta. También hay maldiciones: se ha insistido mucho, por ejemplo, en la llamada maldición de “Supermán”, tanto en la versión televisiva como en la película de Richard Donner y también en sus secuelas y cortometrajes, de las que salieron malparados unos cuantos: si mal no recuerdo, la paranoia de la actriz que interpretaba a Lois Lane, la esclerosis múltiple de Richard Pryor, la caída del caballo de Christopher Reeve y su parálisis y condena a una silla de ruedas, el declive progresivo (tanto físico como artístico) de Marlon Brando, el suicidio del televisivo Georges Reeves (obsesionado con el personaje de una manera que recuerda a Bela Lugosi y Drácula), y los fracasos posteriores de otros intérpretes del personaje, como Kirk Alyn, y de actores secundarios que no volvieron a levantar cabeza. Además, Pryor, Reeve y Brando, entre otros, ya están muertos. Aún hay voces que apuntan a una especie de maldición asociada al personaje y otras que insisten en que todo es fruto de la coincidencia.
He recordado esto la otra tarde, al ver otra vez “Stand by me”, titulada en España “Cuenta conmigo”. Como saben, se inspira en una novela corta de Stephen King, “El cuerpo”, y relata la excursión de cuatro chavales en busca del cadáver de un muchacho atropellado por un tren en un bosque. En su momento fueron muy importantes para mí aquel libro y aquella adaptación: la película se estrenó a mediados de los ochenta y el protagonista tenía mi edad, y los actores que dan vida a sus compañeros habían nacido entre el setenta y el setenta y cuatro. Pero también uno se identificaba porque dicho relato tiene que ver con la pérdida de la inocencia, con la amistad, la aventura, el significado de la muerte, los descubrimientos. La última vez que vi un pase de “Cuenta conmigo” fue cuando estudiaba en Salamanca: una tarde de sábado, en televisión. Los libros, los cuentos y las películas significan cosas distintas, según la época de la vida en que uno los vuelva a leer y visionar. También es cierto que han transcurrido muchos años desde entonces: casi dos décadas desde el estreno.
Pero no es ese el aspecto que me interesa destacar, sino lo relativo a ficciones que terminan cumpliéndose. Si desconocen la historia, es mejor que se salten las siguientes líneas: no desvelo el final del relato, pero sí el epílogo, lo que cuenta el narrador que les sucede a ellos unos años después. El personaje de Teddy Duchamp, interpretado por el entonces ubicuo Corey Feldman, da con sus huesos en la cárcel en cuanto crece: recordé al escucharlo que ese actor fue detenido hace años por posesión de drogas, y me parece que leí en alguna parte que estuvo una temporada en prisión. Chris Chambers (River Phoenix) muere joven en el relato, curiosamente lo mismo que le sucedió a Phoenix, al caer fulminado en una acera de Los Ángeles por sobredosis de drogas. El rarito del grupo, Vern Tessio (Jerry O’Connell en la película), crece como un tipo normal, con un trabajo normal, igual que le ocurre al actor que lo interpreta, pues continúa rodando series y películas y no se le conocen asuntos turbios, ni trabajos basura. En cuanto al protagonista, Gordie Lachance (Whil Wheaton), en el epílogo es padre y escritor. El tipo que le da vida en el filme también es padre, y sigue en el cine, aunque su estrella no ha vuelto a brillar. Sus destinos fueron parecidos.