No sería raro que Colin Firth ganara un Oscar por este personaje: el del irascible y tartamudo Duque de York que se convertiría en el Rey Jorge VI. También está espléndido Geoffrey Rush, en su papel de mentor y logopeda, el hombre que le ayudó a controlar sus balbuceos en público en una época marcada por los sucesos que condujeron a la Segunda Guerra Mundial. Resulta increíble que, de una historia en apariencia tan simple, el director y los actores extraigan tanta miga y tanta elegancia británica: porque El discurso del rey es, en realidad, una película sobre nuestros miedos infantiles y cómo marcan nuestra identidad, sobre la convicción de las palabras y el poder de la voz en quienes representan al pueblo.
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