Aunque hoy este blog está empañado por la noticia del suicidio de David Foster Wallace, eje de la next generation y de la generación quemada, el mejor desafío a la muerte consiste en seguir leyendo / escribiendo (Julien Gracq). He leído con absoluto placer el Dietario voluble de Enrique Vila-Matas. Si no leo obras suyas con más asiduidad es porque Vila-Matas publica mucho y no da tiempo a seguirlo.
En este libro se recogen y amplían las notas del dietario del autor, que ya habían sido publicadas semanalmente en la edición catalana del diario El País. Mi intención era leer cada día dos o tres páginas, despacio, sin prisas, con intenciones de prolongar su lectura durante meses, como me gusta hacer en esta clase de libros misceláneos (lo que yo considero libros de artículos), pero no ha sido posible. Lo he devorado, contagiándome de su afinidad por numerosos autores, ciudades y títulos. En el dietario, Vila-Matas viaja, conversa, reflexiona, lee y vive y se narra a sí mismo, y en cada página aparece su fascinación por la literatura. Siempre cita la palabra de otros autores y alude a películas o a discos. Vila-Matas se mueve de continuo por dos mundos: las ciudades que visita y los libros que lee, y logra que se compenetren y se diluyan unos en las otras, y él mismo se camufla entre las fronteras de la realidad y la ficción, o sea, la literatura. Copio un fragmento que nos puede servir de valioso consejo:
Tengo una táctica ante cualquier enemigo que pueda surgirme: cuando ataca, no me doy por enterado, practico la indiferencia, y pueden pasar años; no complazco al adversario respondiéndole y haciéndole propaganda, dejo que siga roído por la envidia, que siga en su ciénaga aspirando a ocupar mi lugar, ese estrado inalcanzable.
Cuando el enemigo se retira, lo persigo. Cuando está fatigado o veo que el imbécil olvidó ya sus pullas, ataco. Despiadadamente.
Cuando el enemigo se retira, lo persigo. Cuando está fatigado o veo que el imbécil olvidó ya sus pullas, ataco. Despiadadamente.