La reedición ampliada de la antología La ciudad nos permite releer a Karmelo Iribarren, lo cual siempre es un placer, y hacernos con este título que, al menos por lo que yo sé, estaba agotado. Los poemas de Karmelo son breves, cortantes, en ellos reside la lluvia pero también el calor, son rompedores como las balas de un detective: me consta que es un gran lector de novela negra, y el protagonista de muchos de sus poemas tiene bastante de la sobriedad y del sarcasmo de los investigadores enfrentados a pruebas que les dejan heridas físicas y morales, pero que son ya lo bastante duros para superarlas con aplomo y un encogimiento de hombros.
Hay cierto desencanto y un interés por la derrota, porque no podemos luchar contra el tiempo y las circunstancias, y queda siempre un poso de amargura que alivian pocas cosas: una mujer, una hija, un crepúsculo, una cerveza fresca en una terraza. Momentos y personas que logran que resurja un poco de ternura: una ternura sobria, nada sentimental, con los pies muy anclados en la tierra y calzados en zapatos sólidos y serios. Karmelo está del lado de los perdedores, junto a esos tipos solitarios que beben su tiempo acodados en la barra de un bar, y los observa y saca de ellos poemas fabulosos. Por si fuera poco, se incluyen 26 poemas inéditos y el conjunto sólo vale unos 9 euros. Vamos con uno de los inéditos:
LA SOLEDAD ES ESO
La calle tras la última sesión;
veinte llamadas
perdidas
sin respuesta;
otras tantas cervezas;
en el frío gélido del amanecer,
un tipo atravesando un parking
hacia su coche…
La soledad es eso, ahora lo sé:
lo que hay antes
y después de tu nombre.
La calle tras la última sesión;
veinte llamadas
perdidas
sin respuesta;
otras tantas cervezas;
en el frío gélido del amanecer,
un tipo atravesando un parking
hacia su coche…
La soledad es eso, ahora lo sé:
lo que hay antes
y después de tu nombre.