viernes, marzo 03, 2006

Encontrar casa (La Opinión)

Cuando vi en algún sitio, no recuerdo si en un periódico o en un blog, el logotipo ese de Keli Finder pensé que se trataba de publicidad de una marca nueva de cereales para el desayuno de los chavales. Si se fijan bien, coinciden dos elementos: Keli se parece a Kellogg’s, los míticos cereales del doctor John Harvey Kellogg que todos hemos comido en la infancia; y el logotipo, las letras en estilo desenfadado y en rojo, también es clavado al de la caja de esa misma empresa. Puede que hayan intentado darle un toque sanote y juvenil (porque identificamos el nombre y tipo de letra de los Kellogg’s con un desayuno saludable, nutritivo y energético), pero lo único que hacen es despistar al personal. No lo digo por el parecido del logotipo, sino por la elección de las dos palabras extrañas o incomprensibles para mucha gente. Oiga, que estamos en España. Sí, ya sé que hay mucho inmigrante que necesita piso. Pero, repito: estamos en España. Alguna gente desconoce el inglés y la jerga. No miento: juro que tuve que preguntarle a alguien, antes de oír las explicaciones que daban respecto a la Finder de marras, qué significaba Keli. Significa “Casa”, en jerga, me dijeron. En cheli, o así. Porque Finder ya lo sabía, proviene del inglés, de To Find: es “Encontrar”. Keli Finder viene a ser algo como “Encontrar casa”, pero en guay, en enrollado, en jerga joven y sobradamente preparada.
Resulta que, lo sabrán de sobra cuando lean estas líneas, Keli Finder es el portal que han creado conjuntamente el Consejo de la Juventud y el Ministerio de Vivienda, y que, según se lee en su página, es “una herramienta pionera en nuestro país ya que es el primer portal que recoge y trata todas las convocatorias y ayudas en materia de acceso a la vivienda y anuncios oficiales sobre futuras viviendas que publican los ayuntamientos, las comunidades autónomas y el propio Estado”. El primer error es la elección del nombre, insisto: la mezcla esa de jerga vieja, en desuso, y de un palabro anglosajón. Y que conste: no soy de esas personas que odian la manera en que nuestro idioma se está impregnando (cada día más) de anglicismos. Me molesta un poco el exceso: que hables con un fulano de la calle y la mitad de sus palabras sean inglesas. Pero, por otro lado, hemos incorporado vocablos que resulta difícil no usar, principalmente los relacionados con la informática. Si tienen la costumbre, como yo, de ver películas norteamericanas en su idioma original, pero subtituladas en castellano, se habrán dado cuenta de algo: cuando los personajes hablan, van mojando sus diálogos de palabras en español, y eso también se encuentra en los libros escritos en USA; por lo general, el traductor nos pone una nota, o un asterisco junto a varias palabras en cursiva, y aclara: “En español, en el original”. Al otro lado del charco tienen la costumbre de meter en sus conversaciones jerga hispana. No veo mal que nosotros hagamos lo mismo. Al fin y al cabo es el spanglish, que tiene su gracia; pero la tiene en el habla callejera, no en temas serios que atañen a los ministerios del gobierno de un país.
Vamos con el segundo error. Lo decía Eva Hache en su programa: el problema no es encontrar piso, pues los hay a patadas; el problema es tener dinero para comprarlo o pagar cada mes el alquiler. No pueden conseguirte casa, dicen, pero ayudarán a buscarla: ofreciendo información y regalándote zapatillas. Juventud y vivienda son dos palabras que en estos tiempos, cuando van juntas en la misma frase, se convierten en patatas calientes. Esta iniciativa sólo servirá para hacer ruido, y para que se den cuenta de que el sistema para acercarse a los jóvenes no es “ser enrollado”.