sábado, diciembre 31, 2005
Esa línea borrosa (La Opinión)
viernes, diciembre 30, 2005
Caso cerrado, episodio treinta y siete (La Opinión)
jueves, diciembre 29, 2005
Ficciones que se cumplieron (La Opinión)
miércoles, diciembre 28, 2005
Mi visión (La Opinión)
martes, diciembre 27, 2005
El Año de Don Quijote (La Opinión)
lunes, diciembre 26, 2005
Carne cruda (La Opinión)
sábado, diciembre 24, 2005
Dos monstruos navideños (La Opinión)
viernes, diciembre 23, 2005
Recomendación: Aquí nos vemos, de John Berger
John Berger, siempre preciso y lúcido, nos embarca en un viaje a través de la memoria, de algunas ciudades europeas, de los muertos que deambulan a su antojo y con quienes se encuentra y conversa. Su diálogo con los fantasmas (su madre muerta, sus maestros ya desaparecidos, sus antiguos amores) obliga al narrador a volver al pasado, pero no se trata de una autobiografía.
En Aquí nos vemos asombra la capacidad del autor para relacionar las frutas y el cuerpo humano, la tierra y el hombre, la cocina y la reflexión, la historia y el paisaje, el pasado y el presente.
Su madre, muerta y paseando por Lisboa, le aconsejará: "Escribe lo que descubras". Y lo que él descubre y escribe nos alimenta a nosotros (literariamente, se entiende).
Cerros y cuevas (La Opinión)
jueves, diciembre 22, 2005
Variedades
El año pasado conocí a Oscar Esquivias en Béjar (también a otros escritores, como José Manuel Oca, Susana Barragués o Félix de González). Este año está viviendo en Roma, gracias a una beca; y allí escribe otro libro. Me envió hace unas semanas su nueva novela, Inquietud en el Paraíso, y aún no he tenido el detalle de leerla: por fortuna, se acumulan los libros de los escritores amigos en la mesilla. Al menos no quiero ser ingrato y dejo constancia aquí de sus últimos pasos. La semana anterior sacaron a Esquivias en El Cultural, y hoy vuelve a estar en sus páginas. Se lo ha ganado.
- Agradecimientos: a Julio Valdeón por el penúltimo post de su visceral y necesario Spleen de Nueva York, y a Deblin por su entrada "Talentos" en Recuerdos de lo que no ha pasado. Como dijo Cela: "Que hablen de uno, aunque sea bien". Saludos a ambos.
- Felicitación: a Nacho Fernández. El miércoles, 14 de diciembre, acudí a la presentación de Literaturas Com Libros, apadrinada por Luis Landero. Reencontré a viejos amigos de la literatura (Ana Pérez Cañamares, Miguel Baquero, Alejandro Pérez-Prat, Miguel Angel Gara...) y saludé a los amigos recientes (Marta Sanuy, Norberto Luis Romero, Rodrigo Galarza). La presentación fue audiovisual y, desde mi perspectiva, un éxito: viendo una pantalla en la que se combinan imágenes, música y palabras, sucede algo raro en las presentaciones literarias, es decir, que la gente no se aburre. Puede ser el futuro de estos saraos.
En la distancia (La Opinión)
miércoles, diciembre 21, 2005
Transporte y lectura (La Opinión)
martes, diciembre 20, 2005
Recomendación: Glengarry Glen Ross, de David Mamet
Continuamos con David Mamet. Poco cabe añadir a lo escrito un par de posts más abajo. El libro incluye un exhaustivo estudio de Catalina Buezo, del que, lo confieso, sólo he leído las partes dedicadas a Glengarry y al cine de Mamet, y el guión de Casa de juegos, que recuerda a otros filmes célebres sobre timadores (ejemplo: Nueve reinas).
El original y su copia (La Opinión)
lunes, diciembre 19, 2005
Esquinas y camellos (La Opinión)
domingo, diciembre 18, 2005
Mamet y el lenguaje (La Opinión)
sábado, diciembre 17, 2005
Enhorabuena, Julio
El colega Julio Valdeón Blanco, por quien aposté hace poco en un artículo (ver Archivo), ha ganado el X Premio de Novela Ciudad de Salamanca con su obra Palomas eléctricas, de la que se ha destacado "la absoluta actualidad" del relato.
Para leer sus crónicas desde Nueva York (aunque estos días está en España), aconsejo visitar su blog:
Honores póstumos (La Opinión)
viernes, diciembre 16, 2005
Recomendación: Al sur del Edén, de David Mamet
Curioso (y desconocido) libro de David Mamet, escritor, dramaturgo, guionista y director de cine. En Al sur del Edén Mamet nos habla, en unas ciento cuarenta páginas, de su devoción por la zona en la que vive y trabaja: Vermont.
Excluidos e invisibles (La Opinión)
jueves, diciembre 15, 2005
Un nuevo negocio (La Opinión)
miércoles, diciembre 14, 2005
El cierre de una fábrica (La Opinión)
Literaturas.Com Libros
LITERATURAS.COM LIBROS
PRESENTACION MIERCOLES 14 de DICIEMBRE 19 h Galería Begoña Malone - C/ Pelayo, 50 - Metro Chueca - Madrid.
Hará de padrino editorial LUIS LANDERO. La presentación es audiovisual, se proyectarán constantemente imágenes de los autores de los textos junto a los libros que se presentan. Venta de ejemplares ese día en la Galería. Se ofrecerá un vino de bienvenida a los asistentes.
Literaturas.Com Libros basa su venta en la exclusividad -al no poder adquirirse su catálogo a través de librerías de calle-, en el único sitio donde se pueden comprar es en la misma página web de la publicación digital www.literaturas.com.
martes, diciembre 13, 2005
Recomendación: Sin heroísmos, por favor, de Raymond Carver
Para los lectores fanáticos del maestro Raymond Carver (como uno mismo) la traducción al castellano de este libro de publicación póstuma, No heroics, please, supone una delicia, un paseo por la versatilidad de un autor que supo hacer de una prosa sutil la mejor de sus armas. Una ocasión para reencontrarse con los textos que no conocíamos en nuestro país.
Está estructurado en varias partes. Lo precede un prólogo de su viuda, Tess Gallagher, en el que explica las razones de Sin heroísmos, por favor, un compendio de trabajos carverianos de varias épocas. Pero vayamos a esas partes:
-Primeros relatos: Cinco cuentos de juventud, que no se incluyeron en los libros publicados por el autor en vida, pero sí en revistas. En ellos se palpa desde la influencia de Hemingway hasta la de Faulkner. En un relato como El pelo advertimos el germen de lo que más tarde será su narrativa, su estilo. Destaca el titulado Tiempos revueltos.
-Fragmento de una novela: Apenas son unas cuantas páginas, de un manuscrito que llamó El cuaderno de Augustine. Carver nunca escribió una novela entera, pero este fragmento puede leerse como un cuento.
-Poemas: En la escritura de poemas es donde Carver confesó sentirse más cómodo. En un ensayo de los capítulos siguientes cuenta que es capaz de recordar cómo, cuándo y por qué escribió ciertos versos.
-Contextos: Son varias notas y epílogos en los que analiza los pormenores de algunos de sus relatos y poemas, e incluso de un guión sobre Dostoievski que nunca se llevó a la pantalla. Aquí es donde el libro comienza a tomar verdadero cuerpo, donde la prosa nos remite al Carver de siempre. Donde nos desvela los nombres de los escritores que le inspiraron (Chéjov, siempre Chéjov a la cabeza de ellos), algunas de sus técnicas literarias, de sus sentimientos.
-Introducciones: En ellas habla de antologías de cuentos que ha preparado, en los que tuvo que elegir los mejores cuentos norteamericanos de determinados años. En estas páginas el lector se da cuenta de que le da igual lo que Carver le relate: en cualquier terreno es eficaz, sutil y entretenido.
-Crítica literaria: En su faceta como crítico desmonta las novelas y cuentos de otros autores. Demuestra su dominio de lo que llaman "la carpintería de la narrativa".
-Ensayos: Sólo se incluyen dos. Y uno de ellos llega a estremecernos. Se trata del titulado Amistad, donde analiza su compadreo con Tobbias Wolff y Richard Ford, a partir de una foto que les hicieron a los tres juntos. Dice Carver: "El azar hará que dos de los tres amigos de la foto se queden mirando fijamente los restos mortales -restos- del otro cuando llegue el momento". Quizá el escritor ya sabía lo que iba a ocurrirle, pues muy poco después murió de cáncer.
Huidos de una viñeta (La Opinión)
Desde el bar donde comemos las tapas se ve dicha calle. Pasan extravagantes personajes, estos sí, salidos de la realidad, aunque parezcan inventados por un freak. Alguien dice que por esa calle circulan fulanas antiguas y desmejoradas: las más viejas, las más voluminosas, las más feas, las más tiradas. Y no se trata de Montera. Aquí los viandantes son seres inconcebibles y las prostitutas parecen nacidas en un bazar de saldos humanos. Ve uno de todo. El ser humano que camina con la barbilla muy alta y no se sabe con certeza si es hombre, mujer o una mezcla de ambos. La meretriz pintarrajeada y amplia, con pinta de guerrero de un campeonato de lucha libre. El jubilado con el Abc bajo el brazo, ceño fruncido y bigote blanco, que anda despacio, añorando otros tiempos. Las vikingas que paran a tomar un aperitivo. El hombre que toma chatos en solitario, de barra en barra y bebo porque me toca. La pareja recién salida de la primera edición del festival de Woodstock. Cada cual de su padre y de su madre. Y eso es lo que me gusta: observar los rostros anónimos que pasan por la calle. Y hacerme esta pregunta: ¿Qué pensarán ellos de mí?
lunes, diciembre 12, 2005
Tirar libros (La Opinión)
Entonces la propietaria de la voz al otro lado del auricular preguntó las razones para no volver a apuntarme a los servicios de la revista. Incluyó una serie de preguntas, por si acertaba: ¿Le han tratado mal? ¿No sirvieron bien los pedidos? Etcétera. Le dije que siempre se habían portado de maravilla conmigo, con amabilidad y paciencia (mucha paciencia requieren los comerciales que van de puerta en puerta). Pero que el problema no guardaba relación con el personal que trabaja allí. El principal problema es el apuntado antes: que prefiero otro tipo de lecturas. Y esto no podía explicárselo, porque cada cual tiene sus gustos (literarios) y aportará sus razones para optar por un libro u otro. No hubiera tenido ningún sentido que yo le dijera que me gusta más la narrativa norteamericana de autores no demasiado célebres para el gran público lector (Don DeLillo, Raymond Carver, Charles Bukowski, John Fante, Dave Eggers, Cormac McCarthy, Jonathan Safran Foer, Richard Matheson, y una larga lista de nombres que no puedo poner aquí para no agotar la paciencia de quien lea esto). Quizá entonces me hubiera dado otra lista de nombres, acorde no sólo con su criterio sino con criterios comerciales. Y no nos hubiéramos puesto de acuerdo. Por otro lado, igual ahora incorporan ya a esos autores. Pero, a estas alturas, me da lo mismo.
domingo, diciembre 11, 2005
Esos jirones de niebla (La Opinión)
De las nieblas de la realidad me quedo, sin duda, con las de Zamora. Alguien dirá que he viajado poco. Quizá sea cierto, pero no importa. Un año atrás recorrí mucho, entre semana, las calles con niebla de mi ciudad. Volvía a casa de madrugada, caminando junto a un compañero del periódico, y en el corto trayecto se juntaban la fugaz visión de los gatos, los jirones de niebla emboscando la Plaza Mayor y una maraña de diálogos entre ambos. En mi opinión hay dos factores básicos para amar esa niebla zamorana: que el paisaje del casco antiguo cobra aún mayor belleza de la que tiene, creyendo el paseante que ha sido transportado a otro siglo, a un siglo de menos ruidos, de silencio nocturno, de calma propia de ciudad recoleta; y, en segundo lugar, que existen pocas amenazas en la niebla, salvo que uno se vaya al bosque de Valorio o se meta por algún barrio dominado por el tráfico de drogas y la delincuencia, y por esa virtud, por ese escaso peligro (escaso, no inexistente), puede disfrutar de una andadura sin sobresaltos, de una caminata en solitario, con las manos en los bolsillos del gabán y el aliento dibujando formas sinuosas delante de su rostro.
sábado, diciembre 10, 2005
Exceso de ofertas (La Opinión)
La otra tarde decidí acercarme hasta el centro, en una de esas incursiones que uno hace para pescar algunos libros. Había tanta gente en todas partes, en cualquier rincón, que la sensación de agobio estrangulaba. Algunos viandantes iban por ahí con pelucas de todo tipo: pelucas rojas con trenzas, pelucas blancas de rizos, pelucas negras a lo afro, pelucas verdes y naranjas y amarillas. Le pregunté a un amigo qué significaba que hubiese tanta gente con la peluca puesta. Me dijo que, en estas fechas, instalan en la Plaza Mayor los puestos que venden artículos de broma y de atrezzo, muy adecuados para las fiestas que se aproximan. Y recordé el año en que anduve, por estas mismas fechas, en la ciudad y vi todo su barroquismo luminoso y mercader, y cómo me llevaron a visitar esos puestos. No es mala idea comprar unas cuantas pelucas y objetos de broma para la Nochevieja. El año pasado se le ocurrió a uno de nuestros amigos y fue un éxito: quiero decir que compró en la Plaza Mayor unos cuantos sombreros, matasuegras, y, sobre todo, muchas pelucas.
viernes, diciembre 09, 2005
Vino caliente (La Opinión)
Por fin llega el vino. Resulta delicioso, dulce, caliente, muy fuerte. Un brebaje adecuado para una noche alemana de viento y nieve, con los pies cerca del fuego de una chimenea, con sólo la música del aire en las ventanas y del crepitar de las llamas, quizá leyendo un viejo cuento de terror. Pruebo el vino y esa es la sensación que obtengo. Nunca he estado en Alemania, salvo por la literatura y el cine. Ya me gustaría. Me pregunta un simpático tipo, al que me acaban de presentar, de dónde soy. Se lo digo. Resulta que su abuela es de Zamora. Las conexiones con la tierra de uno son infinitas en la capital: siempre encuentro a alguien que tiene allí un pariente, o que trabaja con alguien que nació en el mismo sitio que uno, o que ha pasado por allí un día de Semana Santa o de San Pedro. Algunas personas nos reconocen por el acento cantarín (no en esta churrería de la que hablo). Me siento cómodo en este establecimiento: por la compañía y porque me gustan los garitos en los que se puede charlar sin romperte las cuerdas vocales. Para acompañar el brebaje de tinto con especias y frutas hay varias bandejas de pastas de Alemania. Tienen un sabor especial, profundo, que se agarra al paladar. La mujer, una vez comido este postre, saca de la nevera unas botellas de champán. Cuando vamos a pagar la cuenta la señora nos dice que sólo nos cobrará los botellines de cerveza. El resto lo pone ella y, el vino y las pastas, nuestro amigo. Es insólito, pero cierto: la dueña nos invita a toda la comida y al champán.
jueves, diciembre 08, 2005
Los Stones en España (La Opinión)
Pero comentaba que estos días estoy de los nervios porque los Stones anunciaron, dentro de su gira para el próximo año, tres conciertos en España. A saber: en Barcelona, Madrid y Valladolid. Vivo pendiente de la venta de entradas, y es muy posible que, a pesar de ese escrutinio de páginas oficiales de la banda, de páginas de fans, de foros y periódicos, de noticias frescas por correo electrónico (lo que en la jerga se llama “newsletter”), a pesar de ese seguimiento, no logre mi entrada. Alguien me ha contado que los tickets para el directo de U2 se agotaron en cuatro horas. Con el grupo de Jagger y Richards, unos abuelos encantadores con mecha para rato, supongo que sucederá lo mismo. Y no se me cuece el arroz. Hay, además, mucha desinformación en torno a las entradas. En algunas páginas de la red pueden reservarse, pero el precio es tan elevado que se me antoja un auténtico atraco. Aún así, y aunque los precios varíen dependiendo de cada ciudad y de cada país europeo, no será barata. Me he perdido tantas ocasiones de verlos tocar en directo en España que ya me duele. Y hay ocasiones que no debemos dejar pasar. Recuerdo cuando Nirvana dio los últimos conciertos en España. Un tipo al que conozco me dijo, entonces, que iban a ir unos cuantos amigos en autobús, de Zamora a Madrid. Me preguntó si me apuntaba. Le respondí: “No, ya los veré en otra ocasión”. Y no la hubo. Kurt Cobain, como tantas otras estrellas del rock quemadas, optó por ingerir una dosis de plomo, convirtiéndose en leyenda. No saben cuánto me arrepiento de no haber ido.