De todo se hace negocio. Se puede hacer negocio de un vicio, de una adicción y de un pecado, pero también de sus contrarios: de la virtud, de la rehabilitación y de la penitencia. Hoy ya no existe un vicio del que no se pueda extraer doble partido: conseguir que el usuario se restablezca y ganar dinero con ello. Si quitamos de la ecuación a quienes trabajan en la medicina, ¿qué es lo que nos queda? Gente dispuesta a lograr beneficio. Esto es así, aunque lo disfracen de buenas intenciones, de ganas de salvar al mundo y cosas por el estilo.
Un ejemplo reciente lo tenemos ante nuestras narices, aunque los medios le hayan dado poca bola: se ha descubierto hace unos días que la Fundación Humanismo y Democracia, organización vinculada al Partido Popular, cobró dinero a las víctimas del huracán Mitch por ponerles casas subvencionadas, de las cuales ni siquiera llegaron a construir todas las que habían prometido. El dinero lo aportaban el Ayuntamiento de Madrid, la Generalitat valenciana y el Gobierno de Honduras. La investigación de una empresa determinó que, de cien casas que debían haber edificado, sólo había cuarenta y siete terminadas y diecisiete en construcción, y sólo un total de quince eran atribuibles a la pasta del Ayuntamiento de Madrid, o sea, al PP. Casos del estilo los hay a patadas. Empresas e instituciones que intentan colarnos sus actos benéficos y desinteresados y, mientras tanto, procuran mamar de la teta. No me escandalizo: como dijo aquel, a estas alturas a nadie puede sorprenderle que el Ratoncito Pérez sea mamá.
El caso más curioso de estos últimos meses es el relacionado con el tabaco. Con dejar de fumar. Si en un tiempo la moda fue fumar, a partir de ahora la moda será dejarlo. Se lleva no fumar, y por eso muchos días me digo que debería ponerme con el tabaco, hacerme fumador proscrito, solamente por llevar la contraria (y, también, porque me gusta ponerme al lado de los perdedores). Parece que casi todo el mundo quiere que se abandone el vicio del tabaco, y para ello no duda en ayudar. ¿Cómo ayuda? Pues mire usted: ganando dinero a cambio, que hoy pocos hacen algo sin obtener un beneficio. El gran negocio de los últimos meses es contribuir al abandono del hábito del tabaco. Basta con observar a nuestro alrededor. No digo mirar: digo observar, fijarse. Enciende uno la televisión. ¿Qué encuentra? Programas especiales para dejar de fumar, muy anunciados, para que suba la audiencia y sea un éxito no lo que pregonan, sino la cantidad de personas que se tragaron el programa. Debates y noticiarios donde machacan una y otra vez con lo mismo, estudios que nos asustan diciendo que es peor el tabaco que la cocaína. Bucea uno por la red y encuentra páginas de empresas que te ayudan a dejar de fumar; por un pastón, claro, y vía online. Sale uno a la calle y hay una invasión publicitaria, una campaña de la que algunas empresas sacarán grandes beneficios: parches de nicotina, cursillos de ayuda, anuncios en los periódicos, escuelas del consumidor, diversas terapias, tratamientos, apoyo psicológico, sesiones de hipnosis, goma de mascar de nicotina, inhaladores... Entra uno en las librerías y, en los estantes, ve libros y manuales de prevención del tabaquismo, guías y recomendaciones, y hasta lee títulos bochornosos, como “Es fácil que las mujeres dejen de fumar”, “Dejar de fumar con inteligencia emocional” o “Dejar de fumar es muy fácil: todo fumador lo consigue un montón de veces”. Es la moda, ahí está el dinero, así que vayamos a sacar tajada. Es así de simple. Tratan de colárnosla. Salvo la ayuda médica, el resto es sólo negocio, un invento para hacer caja.