ENCUESTA TELEFÓNICA
¿Cuál es, para
usted,
el acontecimiento
universal
más importante de
toda la historia?
-La muerte de mi
padre –respondí.
**
LA MUERTE
Por tanto,
la locura sabe mi
nombre
y los féretros
fueron calumniados:
la muerte es un retiro,
la muerte es una
gárgola,
la muerte es la
alfombra y turba necesaria,
pero yo
entonces
pregunto
por qué al primer
disparo me saltaron los dientes
de leche,
por qué mi padre
está muerto
y a salvo
y siento míos sus
gusanos,
por qué me siguen
comiendo,
día a día,
cada minuto,
por qué esta noche
los trenes huyen
como leopardos,
no os entiendo,
la gente se muere
y no os atrevéis a
cortar las calles,
no quemáis los
contenedores,
no lanzáis piedras
contra ellos,
no escapáis de los
antidisturbios,
os odio, me dais
asco,
quisiera meteros un
cactus en la boca
o que ardierais en
una pira
con vuestras biblias
de cobardes,
queréis
acostumbrarme a la muerte
pero la muerte
no es ninguna
maestra,
no es ningún
telescopio,
la muerte no es un
atlas,
no da sabiduría,
la muerte no da nada
más que miedo,
silencio,
soledad
y rabia.
**
LA CAÍDA
Así fue mi caída:
blanca,
silenciosa como un
búho en las grapas de la noche.
Y qué bello era su
rostro
la tarde en que me
dejaba.
Qué bello.
Como un cardo bello
como una araña.
Como un puñal como
un cáncer qué bello.
Con esa belleza
fácil y sin culpa,
pues ser bella no le
costaba nada.
Qué le iba a costar.
Ni siquiera
la tarde en que se
fue
consintió en
rebajarla.
Y fue increíble
escuchar
“Ya no quiero estar
contigo”
en su rostro de
siempre,
qué bello era por
dios,
qué bello.
Pero al menos
escribo. Desde
el mismo lugar en
que caí,
escribo. Ella sigue
su camino,
cometiendo belleza,
y yo sigo en mis
versos,
intentando la mía.