Rock of Ages es
la adaptación cinematográfica de un célebre musical inspirado en las canciones
del rock duro de los años 80. La película, dirigida por alguien que sólo parece
aceptar proyectos de encargo, supone un agradable entretenimiento y quizá sea
el filme con más altibajos que he visto en años. Lo explico a continuación:
Puntos bajos del largometraje. El germen de la historia es
típico: una chica de pueblo que recala en la gran ciudad, que quiere ser
cantante y empieza como camarera (recordemos, por ejemplo, El Bar Coyote, entre otras) y que encuentra a un chaval que
atraviesa las mismas circunstancias. La pareja (Julianne Hough y Diego Boneta)
es aún más sosa de lo que cabría esperar, y su único cometido es el de
enganchar a la audiencia adolescente. Cantan correctamente, pero les falta
oficio y carisma. Cuando acaparan las escenas en las que sólo aparecen ellos
dos, uno roza el bostezo, se incomoda porque quiere que pasen a otra cosa y nos
ofrezcan otra ración de las estrellas secundarias, que es donde reside el
magnetismo del filme, su gracia y su acierto. En una escala del 1 al 10, del
tedio a la diversión, dicha pareja está en torno al 2 (principalmente, no os
voy a engañar, porque ella está muy buena, aunque sea una Barbie).
Puntos álgidos del largometraje. Pero entonces, cuando más
nos aburrimos, llega lo accesorio. Y lo accesorio tiene nombres de stars en el
pellejo de los secundarios: dos cachondos Alec Baldwin y Russell Brand
(impagable su versión a dúo de “I Can't Fight This Feeling”); una Catherine
Zeta-Jones a punto de explotar de sexo reprimido (ver cuando canta y baila en
la iglesia, junto a otras beatas); un Paul Giamatti canalla y consciente de su
disfraz (el bigote postizo que lleva ya nos revela que la película es una gran
broma autoconsciente de serlo); sin olvidarnos del magnetismo y la fuerza de Malin Akerman, aquel bello
descubrimiento de Watchmen, ni de
Bryan Cranston, que aporta su carisma.
Lo mejor. Sin duda la estrella de la función es Tom
Cruise. Vaya por delante que nunca me pierdo una película suya (lo mismo me
ocurre con todos los actores que empecé a seguir en los 80 o a finales de los
70). Cruise, a mi juicio, suele ofrecer tres tipos de interpretaciones: las
flojas o directamente malas (Jerry
Maguire, La tapadera, Valkiria…), las buenas o simplemente
correctas (Nacido el 4 de julio, Minority Report, Collateral, La guerra de los
mundos…) y las sublimes (Magnolia,
Tropic Thunder, Austin Powers: Miembro de Oro…). En esta última categoría entra su
papel en Rock of Ages, es decir, la
de sus cameos y sus papeles secundarios, donde se suelta la melena, se ríe de
sí mismo y explota su talento. Lo sublime de su personaje y de su trabajo no es
sólo la transformación (atípica en una estrella de su calibre) en una especie
de sosias de Axl Rose con toques de Steven Tyler, sino que Cruise hace algo
parecido a lo que hizo en Magnolia (y
Rock… incluye un par de homenajes a
aquella película): crear a un tipo que utiliza su fama, su indumentaria y su
máscara (en este caso: el pañuelo, las gafas, el pantalón de cuero, el lujo,
etc.) para encubrir un gran dolor, una pérdida que lo ha convertido en alguien
despreciable para quienes miran más allá de los focos y que revelará su
verdadera cara hacia el final. Ese equilibrio entre la parodia y el dolor
merece algún premio. Uno de los momentos álgidos es cuando canta su versión del
“Wanted Dead or Alive” de Bon Jovi. Mi favorito es el dueto erótico que
mantiene con Malin Akerman a los sones de “I Want to Know What Love Is”.
Los primeros momentos señalados (coñazo total, con la
pareja protagonista) se alternan con los otros números musicales
(divertidísimos, y con el poder de la nostalgia que acarrea el revival de los
80 en quienes éramos adolescentes en esa década). En cuanto a los diálogos: a
veces combinan el chiste malo o sonrojante con ciertas perlas, como cuando la
rubia le dice a Tom Cruise: “Cuando murió mi hámster, tu música me ayudó a
superarlo”. Es en toques como ésos donde vemos que el director ha apostado por
parodiar su propio musical de amor. No esperéis Grease o Jesucristo Superstar,
pero os garantizo algunos ratos de diversión.