El lugar ideal para vivir y crecer es el bar de “La Guerra de las Galaxias”. Hombres con caras de pescado, mujeres con tres tetas, piratas de Orion y vendedores de chucherías de todo el universo. Cruces de historias, de idiomas. En fin, el jardín antifascista por excelencia. Porque es en los cruces donde la vida se vuelve interesante, donde la diferencia nos potencia y donde el miedo, que nos vuelve esclavos, recula para convertirse en pasión. Detesto la idea de país, el himno nacional y todas esas estupideces que lo único que muestran es el patetismo de querer resaltar algo que uno ya es por fatalidad, porque nació acá. Sé que la historia nos muestra que a veces los opresores y los oprimidos están construidos con el mismo barro. Por eso, en ocasiones, antes que a los seres humanos, como decía Ferdinand Celine, prefiero a los animales.
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