La última película de Álex de la Iglesia arranca un año después del inicio de la guerra civil y cierra un año antes de la muerte de Franco, período que, en pantalla, simbolizan el horror inicial que deriva en un mundo alucinado de freaks y locura. “Es este país, que no tiene arreglo”, suelta uno de los personajes que integran este circo de criaturas entre las que destacan, pues brillan con luz propia, Carlos Areces y Antonio de la Torre. Es una de las mejores películas del director, lo que no impide que esté llena de altibajos y determinadas secuencias sean muy flojas. Muchas de las imágenes que evoca el filme me han hecho revivir mi infancia, aunque creo que la mía no estuvo tan marcada por el kitsch español. Es todo un acierto ambientar el clímax en el Valle de los Caídos, pese a que el final vuelva a ser el mismo de varios de sus filmes (una pelea en las alturas). A ratos amarga, a ratos insustancial, es tan retorcida como sus personajes. Una rareza.
[Nota: en la batalla del principio sale mi colega Hipólito García, “Bolo”, que hoy recita en Los Diablos Azules, en la jam de Carlos Salem]