míralas: siempre van juntas por la calle
no se sabe cuál es la madre y cuál es la hija
porque parecen dos hermanas, dos amigas, dos lunas
dos gotas de agua que resplandecen
mi madre aún conserva ese recuerdo amargo:
el de las marcas en la piel, que a veces nos enseñaba
a escondidas, con lágrimas al borde de los ojos
o al menos eso es lo que yo recuerdo
mi hermana aprendió a defenderse de aquel hombre
de cuya paternidad reniega:
es vuestro padre, no el mío
mi madre a veces es madre y a veces es hija de mi hermana
mi hermana a veces es hija y a veces es madre de mi madre
juntas se solapan, se defienden, se protegen, se amparan
se necesitan
yo no parezco necesitar a nadie
y no lo necesito: me hice a mí mismo
me he criado en la aspereza de ese territorio
donde los sentimientos se silencian, se ocultan
una vez los necesité a ambos, pero todo eso pasó
aprendí a escribir, aprendí a amar a las chicas
y en sus brazos y en la escritura cobijé mi alma
mi madre y mi hermana pasean juntas por la calle
mi hermana sabe defenderla de los acosos de ese tipo
cuya sombra a menudo se recorta en las esquinas
mi hermana le grita, a veces le basta una mirada
para que retroceda espantado
las dos llevan dentro malos recuerdos,
postales de un tiempo gris
y no quieren regresar a ese filo árido de humillaciones
él nunca dio nada a mi hermana
a mi hermano y a mí nos compró vehículos
coches que reventaban,
que no valían para nada
hoy mi madre y mi hermana
son dos caras de una misma moneda
son la misma persona con dos rostros
dos mitades de un mismo corazón
también ellas han aprendido a luchar, a protegerse
lo suyo es fortaleza, resistencia, eco de daños antiguos
se lamieron las lágrimas la una a la otra y, con ese llanto,
crearon un sólido dique sin fisuras que vapulea a déspotas y a tiranos
su pasado es un mapa de cicatrices y merecen ser reinas de su tiempo.
José Angel Barrueco, No hay camino al paraíso
Hace 7 horas