UN CORAZÓN SENCILLO
Barcelona, jueves 18 de enero de 2007 (21:24)
Me llama éste y me habla de la incapacidad, la estupidez y la incultura que se respira en algunas productoras de cine. Mafias y tenduchas, esa es la tónica. Vaya novedad. Luego, de vuelta de no sé dónde, he comprado el primer número de la revista en la que fui censurado con ambages y he comprobado que han hecho un refrito insustancial para salir del paso, de los que se leen y se olvidan. ¡Chas! La tónica. En los créditos, además, dicen que “el respeto por la libertad e expresión de los colaboradores es total”, con dos cojones. Hay una corriente de insignificancia, mezclada con vanidad y miedo, que tiene sorbido el seso a la tribu. En internet se ve muy bien, pero también se ve en otros ámbitos. Otras voces no hay. Se confunde la higiene con la ética y la estética con la taxonomía, y se paga cada uno lo suyo y cada mochuelo a su olivo y todos a salvo y todos contentos. Cada vez hay menos personas con las que me apetezca tomarme un vino. Tres ni te cuento. Tan harto de medianías, lo único que he encontrado a mano para resarcirme ha sido reservar mesa para dos en el mejor restaurante de la ciudad. Bueno, en uno de ellos, uno desorbitado y muy bien iluminado, con inteligencia, sin concesiones, de los que despersonalizan sin primar el artificio, uno bueno de verdad, ajeno a la paparrucha barcelonesa. Y que me desangren si les viene bien, que a eso voy. A pasarme la noche bebiendo vino y contemplando a esta mujer violonchelo. Voy a hundirle los ojos en el alma. Los míos, los dos, el dominante y el adelfo, y los voy a dejar ahí dentro, como en un viaje alucinante, en un naufragio ocular y amniótico de los que ya no se dan.
Barcelona, jueves 18 de enero de 2007 (21:24)
Me llama éste y me habla de la incapacidad, la estupidez y la incultura que se respira en algunas productoras de cine. Mafias y tenduchas, esa es la tónica. Vaya novedad. Luego, de vuelta de no sé dónde, he comprado el primer número de la revista en la que fui censurado con ambages y he comprobado que han hecho un refrito insustancial para salir del paso, de los que se leen y se olvidan. ¡Chas! La tónica. En los créditos, además, dicen que “el respeto por la libertad e expresión de los colaboradores es total”, con dos cojones. Hay una corriente de insignificancia, mezclada con vanidad y miedo, que tiene sorbido el seso a la tribu. En internet se ve muy bien, pero también se ve en otros ámbitos. Otras voces no hay. Se confunde la higiene con la ética y la estética con la taxonomía, y se paga cada uno lo suyo y cada mochuelo a su olivo y todos a salvo y todos contentos. Cada vez hay menos personas con las que me apetezca tomarme un vino. Tres ni te cuento. Tan harto de medianías, lo único que he encontrado a mano para resarcirme ha sido reservar mesa para dos en el mejor restaurante de la ciudad. Bueno, en uno de ellos, uno desorbitado y muy bien iluminado, con inteligencia, sin concesiones, de los que despersonalizan sin primar el artificio, uno bueno de verdad, ajeno a la paparrucha barcelonesa. Y que me desangren si les viene bien, que a eso voy. A pasarme la noche bebiendo vino y contemplando a esta mujer violonchelo. Voy a hundirle los ojos en el alma. Los míos, los dos, el dominante y el adelfo, y los voy a dejar ahí dentro, como en un viaje alucinante, en un naufragio ocular y amniótico de los que ya no se dan.