La gran virtud de Ron Howard en esta película, nominada a cinco Oscar, es que dota a la historia de un ritmo que se agradece. Porque, a priori, un filme que gira sobre una serie de entrevistas corre el peligro de ser un tostón. No es el caso. Las entrevistas que preparaba el presentador David Frost para televisión despiertan desde el principio nuestro interés, pues se plantean como un reto en el que Frost tiene todas las de perder. Michael Sheen y Kevin Bacon brillan en la película, pero es Frank Langella quien está fantástico en su recreación de Richard Nixon: aunque físicamente no se parece mucho, ha sabido adoptar el tono de voz, los gestos, la cabeza ladeada, los andares mostrencos, la mirada falsa y la sonrisa de bellaco de aquel presidente, hoy convertido en icono de dibujos animados (no olvidemos que su cabezón aparece con frecuencia en Futurama).
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