Para cerciorarse de la caspa en bruto que arrasa este país sólo hay que dar una vuelta por los canales de televisión en cualquier noche de viernes y sábado. Ponen tal cantidad de mierda junta que uno añora los días laborables, donde puede saciarse viendo series decentes como “House” y “Los Simpson” y el programa de “Muchachada Nui”, que sólo nos gusta a quienes somos muy fieles a Monty Python. A uno le da por quedarse en casa y, antes de meter una película en el reproductor de dvd, hace un poco de zapping. Ni siquiera sé cómo se llaman esos programas de los que hablo. Luego nos sorprende que el personal salga de farra los fines de semana, a emborracharse por ahí, y llegue a las tantas de la madrugada. Pues mire: a mí me parece más sano cogerse una cogorza en los bares, donde además te relacionas con otra gente, que quedarse el sábado en casa viendo lo que ponen. Entrevistas a varias bandas, acusaciones a los invitados, invitados que montan un escándalo para evadir las preguntas aunque estén cobrando por comparecer allí, rescates del pasado de gente que tuvo su época de gloria, preguntas que harían enrojecer a una actriz porno y cosas así.
Veo a Massiel en todas las cadenas. En una, la están entrevistando. En otra, recuerdan su éxito en Eurovisión, que no sé si fue su único éxito pero a mí me lo parece. En otra, pasan unas imágenes para recordar a los espectadores el cirio que montó en otro programa. El asunto acaba siendo cansino, oiga. En todas partes, además, Massiel responde cantando. Como queriendo volver al ruedo. Como haciéndonos ver que lo suyo es cantar y que todavía puede hacerlo en directo. Aprovechando el tirón, los presentadores e invitados de algunas cadenas se meten con los de otras cadenas. Unos días antes del boom Massiel, estos programas se ocupaban de Andrés Pajares. Ya sé que Pajares y Esteso tienen miles de seguidores, pero he de confesar que a mí sus películas no me gustaban, no me hacían mucha gracia. Sí me hacía gracia, en cambio, Ozores, con su desparpajo surrealista y chabacano. Vi algunas de esas películas (lo que antaño conocíamos como “españoladas”) sólo por Ozores, en mi infancia. Bueno, por Ozores y por la carne que mostraban las actrices, para qué nos vamos a engañar. La gente no se cree que no me hicieran reír Pajares y Esteso. Pero me alegraron la vida. ¿Y saben por qué? Porque mis hermanos reían viendo sus comedias de serie Z, y a mí cualquier razón que haga felices a mis hermanos y les mueva a reír me basta para darla por válida. El caso es que ni siquiera vi las “películas serias” de Pajares. Me las perdí todas. Y sé que debería verlas porque dicen que hizo papelones. Pajares se pasea por los platós de televisión y la monta y, en los que no se presenta, ponen el vídeo de sus últimas entrevistas o de sus últimas comparecencias o de sus últimas locuras. Dejen a Pajares en paz, hombre. Bastante tiene ahora con lo suyo.
Mi primo me habló de un programa nocturno donde el invitado se somete a preguntas íntimas sobre su vida, en presencia del polígrafo. Entre el público suelen estar la madre, el novio o la novia, etcétera. El polígrafo mide la sinceridad, se supone. Una de estas noches vi unos minutos. A una mujer, en presencia del marido y la madre, le preguntaron: ¿Utilizaste las frutas de la tienda de tus padres para tener relaciones sexuales? ¿Quieres que tu marido se alargue el pene para darte más placer? En ese plan. La familia, claro, asombrada, sin dar crédito a las respuestas. Y la gente se somete a eso para ganar dinero. Dejan que saqueen sus secretos. Menudo país.