Pablo G. Bao escribe con las tripas, con el corazón en un puño, con la rabia en el alma. Escribe poemas desde lo que entendemos por un infierno cotidiano: desamores, facturas que pagar, divorcios, asco y hastío del mundo, trabajos mal pagados... Es uno de los poetas más duros que he leído últimamente, y cuando digo duro me refiero a que sabe de sobra de qué va este cuento de la vida, a que no se anda con chiquitas, a que sabe hablarnos sin tapujos. Y por eso ya es uno de mis favoritos. ¿Es todo negro y nublado? No, en absoluto. Como en otros poetas, en otros luchadores, algo queda para sentir menos rabia: un viejo amor y, sobre todo, el hijo. El hijo al que está dedicado medio libro. El hijo que le procura orgullo y felicidad y le hace comprender que, para alcanzar esa felicidad, en la vida "hay que pagar boleto". Y sin más, un poema:
NO OLVIDES LAS CORTINAS
Comprendes que has aprendido alguna cosa
cuando observas que cierta gente conocida
ha empezado a tomarte la distancia.
Comprendes que has aprendido alguna cosa
más,
cuando ves que más gente –además de más
gente–,
comienza a mirarse los zapatos
al cruzarte con ella por la calle.
Finalmente, si has aprendido lo suficiente
para poderte sostener sobre tus piernas,
es hora de que dejes de pensar
y de hacerte preguntas (que no huelen sino
a ballenas muertas en la playa):
echa las cortinas –si es que tienes
cortinas–,
enciende un cigarrillo –si es que fumas–
y aprende de una vez a respirar solo
y acompasadamente.