domingo, noviembre 04, 2007

Raymond Carver y ellas

Para mí, el poeta, escritor y ensayista Raymond Carver es un dios. No sólo he leído toda su obra en castellano, y ocupa ésta un lugar preferente en los anaqueles de mi biblioteca: también he releído sus cuentos y muchos poemas. Por eso la semana pasada compré dos libros de reciente publicación, que revelan facetas inéditas sobre él, su intimidad y su obra. Ambos están escritos por sus dos musas: su ex mujer y su viuda. No suele interesarme esta clase de libros. Generalmente, cuando una hija o una viuda escriben sobre un autor fallecido, todo se reduce a un ajuste de cuentas, a una venganza de la que el finado no puede defenderse. El caso de Carver me parece distinto. Primero, porque me interesa tanto su obra y su figura como para leerme esta clase de libros. Segundo, porque ambas mujeres continúan amándole.
“Así fueron las cosas” está escrito por su primera mujer, Maryann Burk Carver. Debo admitir que no es buen libro. Le sobran detalles ajenos a Carver y le sobran anécdotas sin importancia. Maryann Burk convierte su matrimonio en una especie de novela rosa. Maryann escribe como una maruja, con frases entusiastas que provocan el sonrojo del lector, frases de este pelo: “¡Oh, cuánto le quería!”, “¡Vaya, qué afortunada era!”, “¡Me maravillaba lo bien que escribía!” y cosas por el estilo. A veces nos aburre describiendo la ropa que se pone para ir a una entrevista de trabajo, o contando las enfermedades que contraen sus hijos. Maryann era una mujer muy guapa, pero no es escritora, carece de talento. Pero no todo es repudiable en el libro. Ella convivió décadas con Carver. Y por eso hay algunos capítulos que, al menos, nos interesan y entretienen. Revelan aspectos curiosos sobre el poeta: anécdotas sobre sus amistades (Richard Ford, John Cheever, James Crumley, Chuck Kinder, Tobias Wolff); sus años de alcoholismo; las escaramuzas matrimoniales a causa del alcohol, y las tres o cuatro veces que, ebrio y furioso, la agredió; sus infidelidades; las situaciones reales que acabarían convertidas en tal o cual cuento; pasajes sobre el escritor luchando por abrirse camino en la literatura, saltando de ciudad en ciudad y de trabajo en trabajo y de fracaso en fracaso. Al final de la lectura nos queda un poso amargo. Porque Carver tuvo poca suerte en la vida: años de miseria, fracaso, bebida, peleas y luego, tras desintoxicarse y conocer a su siguiente mujer y alcanzar el éxito, un cáncer que se lo lleva a la tumba a los cuarenta y nueve años. El volumen se completa con fotos y una cronología.
“Carver y yo” está escrito por su segunda esposa, su viuda Tess Gallagher. Es un libro muy diferente, una selección del “Soul Barnacles” traducida por Jaime Priede. Tiene mucha calidad porque Tess ya era poeta antes de conocer a Raymond Carver. Un libro de menor extensión, más misceláneo, que se ocupa de algunas aristas de esa relación entre ella y el escritor, esos años fructíferos, de inagotable creatividad, en los que la pareja se ayudaba en sus correspondientes escrituras y en los que el tiempo se les agotaba. Gallagher nos ofrece fotografías, el diario escrito por ella mientras viajaban por Europa, las cartas que le escribió a Robert Altman (director de la película “Short Cuts”, inspirada en textos de Carver), entrevistas y artículos en los que habla del hombre al que tanto amó. No ofrece un retrato tan completo como Maryann, pero su lectura resulta más agradable. Ambos libros se complementan; uno es malo, el otro es bueno. Y nos ofrecen un mosaico tierno y sentimental de uno de los más grandes poetas y escritores norteamericanos de la historia. Tras la lectura de estos dos libros, abrí un volumen de cuentos de Ray Carver. Me puse a releerlos. Completé la semana.