martes, junio 05, 2007

El anarquista de las bengalas, de Santiago Montobbio


Me parece paradójico que Santiago Montobbio sea un poeta elogiado por Camilo José Cela, Juan Carlos Onetti, Miguel Delibes, Antonio Muñoz Molina, Ernesto Sábato y Carmen Martín Gaite, y que sus poemas se hayan traducido a varios idiomas, y sin embargo no sea tan conocido en España como debiera. Pero ya sabemos que, en este país, triunfar como poeta significa plegarse a ciertos amigos, a ciertas instituciones, tejer relaciones con los responsables de los suplementos culturales y cosas así.
La poesía de Montobbio, muy trabajada, está hecha de poemas nacidos del desgarro, como si él hubiera descendido a un abismo horrible, en solitario y sólo con pluma y papel, y hubiese regresado de allí con manuscritos que hablan del dolor y de la soledad, casi siempre marcados por un toque fino de humor. El poeta, a menudo, se castiga y destruye a sí mismo (Por todo ello sabedlo bien, e incluso repetidlo: / por los poemas hay que dar la vida. / Pero por los míos que nadie dé un duro), parece cansado de vivir y de los amores contrariados y, no obstante, sigue al pie del cañón, escribiendo poemas, confesándose, analizando su corazón mordido, saturado de pesimismo (No se mueren los niños: la vida los empeña). Cuelgo aquí uno de los poemas más breves:
GLOSA
Igual que dejé de ser joven dejé de ser poeta.
(La vida quita y da sus
silencios y sus cuerdas). Pero
escribo garabatos, muertes, agujeros.
Pero escribo para creer salvarme,
para creer que puedo
salvarme aún. Y no
son más que estratagemas.