Transcurría el mes de enero, frío, oscuro y lluvioso, me sentía cansado e infeliz, los limpiaparabrisas no funcionaban y estaba mareado después de una larga velada vespertina en la que había estado bebiendo y hablando con un director de cine millonario que quería que escribiera un guión sobre la muerte de Sharon Tate y los demás "a la manera de Bonnie y Clyde, con ingenio y estilo". No había dinero por medio. "Seremos socios, mitad y mitad". Era la tercera oferta de esta clase que recibía en los últimos seis meses, todo un símbolo desalentador de la época.
Hace 1 hora