En su maleta
un cojín pequeño,
de esos modernos
que se adaptan a cualquier forma,
un tubo de adhesivo para dentaduras
y una pastilla de jabón
que aún conserva su envoltorio.
La ropa y las medicinas
van aparte.
Allí ya tiene
sus cuadros,
algunas fotos,
recuerdos,
y mañana su sillón,
desde el que ha visto la tele toda su vida,
aunque ahora,
ésta es nueva.
Así, pretenden
que la habitación
no dé tanto miedo,
que no eche tanto de menos su casa,
que no se sienta
tan extraña.
Pero yo le preparo
la merienda,
cola cao y pan tostado,
y antes de tomárselo
me toma el brazo.
Está asustada,
cagada de miedo,
con 91 años cualquier cambio asusta
más de lo normal.
“Sólo le pido a Dios
que, por favor,
me traten con cariño”.
Javier Das, Inédito
Hace 1 hora