Quemar después de leer es la última entrega de la llamada "trilogía del idiota" (protagonizada por George Clooney: O Brother!, Crueldad intolerable y la que nos ocupa) de los Coen Bros. Estoy de acuerdo en que no es Fargo o No es país para viejos, pero supera a otros trabajos de los hermanos. Aquí, los Coen regresan a su juego favorito: una telaraña de equívocos, sazonada de humor, y en la que al final salpica la sangre a los imbéciles y perturbados que pueblan sus argumentos. Su pasión es la novela negra y vuelven a demostrarlo: dos de los motivos que mueven a los personajes son totalmente pulp, es decir, el dinero y la infidelidad.
Se ha hablado mucho de los protagonistas, que están estupendos (Clooney, McDormand, Swinton, Pitt y, especialmente, un desquiciado Malkovich), pero no debemos olvidar el formidable trabajo de un plantel de secundarios de lujo, poco conocidos para el público (Richard Jenkins, David Rasche, Jeffrey DeMunn y el imprescindible J. K. Simmons) y que resultan ser lo mejor de la cinta.