Era una forma de ser y de estar. Fumaba y bebía mejor que nadie, con la probable excepción de Bogart. Era puro estilo. Era un tío. Jamás compuso personajes desde dentro ni frecuentó el Actor's Studio. Es de los pocos actores de la Historia del cine en los que me compensa pagar una entrada para verle exclusivamente a él, su careto, su forma de moverse, su gestualidad sobria, su magnetismo. Pero, además, el cabrón tuvo olfato para elegir guiones y películas admirables. No puedo ser objetivo ya que le amaré siempre.
[Lo escribió en una entrevista digital. Nadie lo ha expresado mejor. Estoy totalmente de acuerdo y recomiendo, otra vez, la biografía sobre el actor: Robert Mitchum. ¡Olvídame, cariño!]