Aunque parezca mentira, no había leído aún esta novela. Descubrí al autor con American Psycho. Yo estaba en el instituto y aquel libro me obsesionó tanto que se lo presté a amigos, a familiares e incluso a una de mis profesoras de literatura; creo que a esta última pretendía decirle que no teníamos por qué leer sólo cosas aburridas (aburridas salvo Don Quijote y El guardián entre el centeno, que me apasionaron: siempre estaré en deuda con mis profesores por obligarme a leer ambas). Vi también la película basada en Menos que cero, que en España bautizaron como Golpe al sueño americano, y que no tiene nada que ver con el texto original de Ellis. Por eso no lo había leído. Y porque Lunar Park, a pesar de un arranque perfecto, glorioso, es una novela que termina estrellándose, una narración fallida que, si hubiera seguido por el camino trazado en las primeras páginas, quizá fuese una obra maestra.
De vez en cuando, además, siento la necesidad de leerme un libro sobre la autodestrucción: Azul casi transparente, Trainspotting, Yonqui, Los subterráneos, Dinero, Hijo de Jesús, Miedo y asco en Las Vegas, Luces de neón... son algunos de mis favoritos. Menos que cero, con toda su alusión a los ambientes degradados que frecuentan los jóvenes pijos de Los Ángeles, con sus referencias a la música y, en general, a la cultura pop, queda hoy como un documento de la locura de los 80. Son variados los temas que Ellis toca: alcohol, drogas, decadencia, apatía, insomnio, anorexia, snuff movies, violaciones, prostitución masculina, etcétera. Su prosa fluida y sus personajes en el filo de la navaja logran que uno devore el relato en una tarde.