Escribo para limpiarme por dentro. Trato, por así decirlo, de apartar de mi corazón ciertos sentimientos, ciertas emociones, que me impiden mejorar como hombre, que me impiden convertirme en una persona buena, sencilla, humilde, sincera y honrada.
"Un poeta es, por de pronto, un hombre", decía Gabriel Celaya. Y yo lo suscribo. Soy un hombre. Exactamente igual que los demás hombres. Con sus mismos defectos y sus mismas virtudes. Y dentro del poema debo mostrarme ante mis posibles lectores tal y como soy. Sin trampa ni cartón.
"Un poeta es, por de pronto, un hombre", decía Gabriel Celaya. Y yo lo suscribo. Soy un hombre. Exactamente igual que los demás hombres. Con sus mismos defectos y sus mismas virtudes. Y dentro del poema debo mostrarme ante mis posibles lectores tal y como soy. Sin trampa ni cartón.
David González, No doblar las rodillas: Siete proyectos críticos en la poesía española reciente