Estos libros construidos con anotaciones breves me gustan mucho. Uno de los mejores es Para qué sirven los charcos, de mi amigo Tomás Sánchez Santiago (es una pena que poca gente conozca este título). En cuanto vi Días de diario en una librería de mi tierra lo compré. Son algo menos de sesenta páginas de notas y reflexiones escritas en dos ciudades: Madrid y Nueva York, durante la redacción de su última novela.
Sobre el diario gravita la melancolía y es notable la descripción del clima o de las rutinas que van conformando la vida del escritor. El escritor siempre inseguro acerca del resultado final de su obra, pero siempre satisfecho con el mero acto de la escritura. Reconforta leerlo porque uno certifica así que uno de los grandes de las letras españolas sufre las mismas congojas y los mismos miedos que los demás, cuando nos ponemos ante el teclado o ante el folio en blanco. Copio aquí algunas notas, para que el lector se haga una idea de este libro preciso y lúcido:
-Como escribir me da una gran tranquilidad de conciencia, los días van pasando con placidez y sin angustia. Trabajo a buen ritmo estos días, aunque tengo dudas sobre el resultado.
-Uno puede pensar que las tensiones políticas son el reflejo de los conflictos de la realidad, pero en muchos casos son su origen. La política crea conflictos donde no existían y agrava los ya existentes en lugar de resolverlos.
-Lo asombroso es que uno avance, a pesar del miedo, de la incertidumbre y del desánimo, que los libros se vayan escribiendo, una palabra tras otra, una página tras otra.
-Las pasiones religiosas, políticas o ideológicas muy exageradas son propias de canallas, o peor todavía, de trepadores y farsantes.