Estamos ante una novela muy importante. Con el tiempo se convertirá en un clásico de las letras españolas. A mí me la recomendó Tomás Sánchez Santiago antes de que la reeditara Tusquets. Un hombre se baja de un tren, en mitad de la noche, para tomar un café y llenar de agua su botella verde y lo pierde. En el tren se ha dejado todo su dinero y su documentación (su identidad), y sin ambos comprenderá que no es nada. A partir de entonces, y con la estación y el tren como metáforas, irá descendiendo peldaños: de extraviado a forastero, de forastero a indigente, de indigente a mendigo, de mendigo a paria, de paria a burlado. Esta embrujadora, asombrosa novela de Gonzalo Hidalgo Bayal, contiene ecos de Kafka, de Saramago, de Beckett, de La Biblia, de Ulises. Su prosa, trabajada hasta el minimalismo, constituye un auténtico placer para el lector. Quizá la mejor crítica que he leído sea la de Santos Domínguez en su blog.
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