En el barrio en el que ahora vivo han comenzado las actuaciones de eso que llaman Plan de Acción de Lavapiés de la Comunidad de Madrid. Se trata de lavar la cara a esta zona céntrica de la ciudad, demasiado repleta de tiendas al por mayor, de trapicheos, de suciedad y de tráfico. Leo que empiezan por las tiendas de mayoristas, muchas de ellas desprovistas de licencias y poco cumplidoras de las normas. En Lavapiés hay más de trescientas tiendas que venden sus productos al por mayor. De ellas, ciento ochenta y seis carecen de licencia (el resto incurre en infracciones leves): son precisamente las que van a cerrar, que están cerrando ya. A simple vista uno se puede alarmar por el número de comercios de ese pelo que pueblan el barrio, pero no es tan descabellado: basta con dar una vuelta por una de las calles angostas y comprobar que casi todas las tiendas son de venta al por mayor, regentadas en un alto porcentaje por los chinos. Una vez escuché que a muchos compradores de esas tiendas los atracan al salir de esos establecimientos con sus compras.
Dicho Plan de Acción contiene un amplio paquete de medidas, según compruebo en el documento en formato pdf que puede uno descargarse de la red: seguridad, acción social, medio ambiente, comercio y consumo, y participación ciudadana. Al poco de mudarme aquí supe que el Ayuntamiento pretendía devolver a Lavapiés su antiguo brillo, cuando gozaba de fama de pintoresco e imprescindible. Creo que sigue siendo ambas cosas, pero reconozco que abundan los alcohólicos, los vendedores de droga, las tiendas sin licencia, la mugre y los objetos abandonados en plena acera, los vagos y el tránsito de coches y camiones de descarga que hacen imposible dar una vuelta por allí montado en un auto (hay que resignarse a las colas, a las largas esperas mientras sacan las mercancías de las furgonetas, a la locura para encontrar un sitio libre para aparcar el coche). Dentro de ese paquete de medidas habrá, según cuenta el informe, mayor presencia policial, incluso durante las veinticuatro horas y excepcionalmente por las noches. Sin duda será beneficioso, ya que la policía sólo aparece por el barrio a veces, para pedir la documentación a los mirones y a los camellos de la plaza. Habrá inspecciones sanitarias y de seguridad en los comercios, disminución del tráfico, zonas exclusivamente peatonales, control de la delincuencia, un programa que prevenga la exclusión social de los inmigrantes de entre dieciocho y veinte años que recalan por aquí sin adultos, eliminación del exceso de ruidos y de contaminación, fomento de actividades de integración, más medidas de limpieza...
A priori no está mal. Se trata de ordenar un poco esto para que mejore la calidad de vida de los vecinos del barrio, pero sin convertirlo en Disneyworld. Según el documento para la revitalización de Lavapiés los problemas que han empujado al barrio a esta especie de degradación son: el tráfico, la masiva afluencia de inmigrantes, la masificación de los comercios mayoristas. Hace poco me fijé en que el autobús no pasa por la mayoría de sus calles: son demasiado estrechas, las furgonetas incluso encuentran dificultades para maniobrar en algunas vías. Cuando uno vive aquí no tiene ciertos problemas (robos, ataques, amenazas), pero sufre otros (ruidos nocturnos, suciedad, peleas, trapicheos en cada esquina). No se siente uno amenazado. Sin embargo, quien pone los pies por vez primera en el barrio (me ocurrió a mí los primeros días) sí se vuelve temeroso: ve a los parados, a los borrachos, a los inmigrantes que venden hachís y cree que van a robarle la cartera o a agredirle.