lunes, octubre 10, 2005

El beso del tiempo, de Braulio Llamero

Desatadas a una todas las iras de los elemen­tos; res­quebra­ja­da la oscuridad de la noche por una tormenta que la reco­rría a destellos dando imprevistas zancadas de luz; po­seídos los truenos por una inten­sidad que rebasaba la capaci­dad de un oído tomado a traición; cegado por los re­lámpagos cualquier caminan­te que no hubi­ese hallado un cobijo seguro y a tiem­po: la cama ante Lena diríase que empezaba a bambo­learse al viento y que adquiría, con cada rayo y tras cada trueno, a cada soplo y ven­tisca, el osado carác­ter de una altí­sima construc­ción de paredes móviles y venta­nas con tímpa­nos; y diríase que ella, sin llorar, sollo­zaba y que en el silencio a­grietado de la habitación le fue al fin com­pren­sible que en aquel otro lado la lluvia era más que lluvia (her­mosa es el agua que baja can­tando, canta­ban a veces desde la aldea cerca­na), acertando a intuir la imposi­bili­dad de un vien­to que estuviera dotado del músculo de los hura­canes y que aullase, como lo hacía en el exterior, con el des­garro de una mana­da de lobos sin presa. De modo que se dejó acunar en el duer­mevela que encoge los ánimos y repliega los ojos, y si­tuada ya infe­liz­mente dónde quería va­gar, se en­redó en la pregunta de si todas las furias a la vez libera­das estarían gi­miendo por lo mismo que ella; y en ese lo mismo colocó el dolorido pai­saje de un viejo que entreabría los párpados y la mira­ba como queriendo,
-Tente firme y aguanta, Aldara, mi abue­lo...,
empa­parse de ella, de su ima­gen -joven y ter­sa- y de sus ojos tan vivos, antes de ren­dirse al largo combate que, sin armas ni ayes, durante noches y noches, lleva­ba li­brando contra ese fenómeno que llama­mos la muer­te...
(Inédito: este fragmento pertenece a la próxima novela de Braulio Llamero, ganadora del II Premio de Narrativa "Mago Merlín" 2005. Cedido por el autor a este blog. Más información en http://www.llamero.net/)