martes, septiembre 15, 2015

Próximamente: Dalton Trumbo


De Bruce Cook. En Navona Editorial.

Cartel de Honeyglue


Louder Than Bombs: segundo cartel


lunes, septiembre 14, 2015

Enoch Soames, de Max Beerbohm


Así empieza este delicioso cuento:

Cuando el señor Holbrook Jackson publicó un libro sobre la literatura del final de siglo, busqué con ansiedad en el índice el nombre de Soames, Enoch. Temía que no estuviera. En efecto, no estaba. Todos los demás estaban. Muchos escritores a quienes había olvidado por completo o recordado muy vagamente, así como sus libros, renacieron para mí en las páginas del señor Holbrook Jackson.

Días atrás leí un artículo de Juan Tallón en el que aludía a este relato. Quise leerlo y recordé que lo tenía en mi biblioteca (sí, una de esas lecturas que uno aplaza año tras año). Y lo leí de una sentada porque tiene unas 60 páginas y, como digo, es una pequeña joya, que al parecer Jorge Luis Borges valoraba mucho. El narrador es el propio autor, Max Beerbohm, y cuenta su amistad con un escritor (Enoch Soames) que parecía destinado a ser una promesa y, no obstante, vio cómo el éxito se le iba escapando de las manos. El narrador sostiene que lo mejor es ocupar un nombre en el panteón de ilustres escritores de la posteridad. Soames, en cambio, prefiere el éxito y la gloria en el presente, y llega a decir: Un hombre muerto ignora que la gente visita su tumba o peregrina al lugar de su nacimiento, tampoco sabe que se colocan lápidas y se descubren estatuas para honrar su memoria. Un hombre muerto no puede leer los libros que se escriben sobre él. Lo que Soames quisiera es avanzar cien años para saber qué habrá sido de sus obras y de su nombre. Y eso sólo lo puede lograr el Diablo.

No quiero desvelar más. Aunque lo importante es ese estudio que hace el autor a través de la ficción: cómo tantos artistas acaban diluyéndose en el tiempo y en el olvido. Os dejo con algunas perlas del cuento: 

Dijo que el reconocimiento le importaba una higa. Me manifesté entonces de acuerdo con él, en tanto en cuanto que el acto de la creación es en sí mismo la recompensa del escritor.

**

El fracaso, cuando es completo y total, no está exento de un soplo de dignidad.

**

Quien no ha perdido del todo su vanidad, todavía no ha fracasado.


[Rey Lear. Traducción de Juan Pedro Aparicio]

Trailer de Back in Time


Cartel de It's Only the End of the World


viernes, septiembre 11, 2015

Cuarenta y un intentos fallidos, de Janet Malcolm


Dice Janet Malcolm en uno de los ensayos del libro:

Si un artista no sigue produciendo, si se lo deja de ver demasiado tiempo, se queda en la cuneta.

Es, para mí, una frase que refleja fielmente la lucidez de esta autora, de la que siempre he oído muchas alabanzas, pero que hasta ahora no había leído (pese a que trata temas, en sus libros, que me interesan: la búsqueda de Chéjov, la relación entre Sylvia Plath y Ted Hughes, los juicios por asesinato…). Hilario J. Rodríguez la recomienda a menudo y es lo que me llevó a interesarme por sus libros.

Los 15 textos reunidos versan, todos, sobre artistas y escritores. Y, durante su lectura, me ha ocurrido lo que suele pasarme con esta clase de libros: que hay figuras a las que ella analiza que no conocía o no me importaban en absoluto. La habilidad de Malcolm, sin embargo, es tal que uno acaba enganchándose a lo que cuenta, aunque a priori el personaje analizado no nos interese. Por aquí desfilan Joseph Mitchell, Diane Arbus, Virginia Woolf, Edith Warthon y otros escritores y fotógrafos que ni me sonaban. Y no me olvido del gran Salinger y de la defensa que la autora hace:

Hoy en día "Zooey" no resulta demasiado largo, y podría decirse que es la obra maestra de Salinger. Releerlo, junto con su obra complementaria, "Franny", no es menos gratificante que releer El gran Gatsby. Sigue siendo brillante y no ha quedado anticuada en ningún aspecto esencial. Es la crítica contemporánea la que ha quedado anticuada. Al igual que la crítica contemporánea de la Olympia, por ejemplo, que abucheó a Manet por su vulgar indecencia, o la de Guerra y paz, que trató a Tolstói con condescendencia por la inepta "falta de forma" de la novela, parece hoy increíblemente desencaminada. No obstante –como han señalado T. J. Clark y Gary Saul Morson en sus respectivos estudios ejemplares sobre Manet y Tolstói–, la crítica contemporánea negativa de una obra maestra puede resultar útil a los críticos posteriores, actuando como una especie de radar que detecta la señal de la originalidad de la obra. Los "errores" y los "excesos" de los que se quejan los primeros críticos son a menudo, precisamente, las innovaciones que otorgan a la obra su poder.

Atención, también, a lo que dice sobre los libros para niños:

Lo que hace que la literatura infantil clásica resulte tan atractiva (para todas las edades) es su lealtad inquebrantable al mundo del niño. En los mejores libros infantiles, los padres jamás comparten los focos con sus hijos; si es que no mueren en la primera página, interpretan los mismos papeles tristemente secundarios que interpretan los padres reales en las vidas imaginarias de sus hijos.

Es evidente que Janet Malcolm trabaja a fondo cada pieza de este libro de no ficción, que no es una ensayista perezosa: se lee numerosas obras para documentarse, pregunta aquí y allá, va a las exposiciones, charla con los autores (si es posible: supongo que no lo fue en el caso de Salinger), y luego nos devuelve textos ejemplares, que siempre agotan el tema. Muy recomendable. Y aquí puedes leer bastantes páginas.


[Editorial Debate. Traducción de Inga Pellisa]

Secret in Their Eyes: nuevo cartel


Trailer de The Lobster


Spectre: 2 carteles



jueves, septiembre 10, 2015

Próximamente: Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados


De VV. AA. Edición de Rubén Higueras. En Shangrila.


99 Homes: 2º cartel


miércoles, septiembre 09, 2015

Ventanas y otros relatos, de Stephen Dixon


Stephen Dixon es un autor de cuentos maravillosos al que en España no se le hace ni puto caso. Por suerte, los editores argentinos de Eterna Cadencia publicaron hace poco el volumen Calles y otros relatos (que aquí recomendamos con pasión) y lo completan ahora con otra colección de cuentos titulada Ventanas y otros relatos. El prólogo y la selección corresponden a Eduardo Berti, quien también seleccionó los textos del anterior libro.

Dixon es un maestro, y resulta increíble su naturalidad en la prosa, lo que no significa que haga las cosas fáciles sino que, empleando un lenguaje sencillo, alcanza niveles profundos como pocas veces se ve en el relato corto. Es notoria su habilidad para darles la vuelta a los tópicos o para contar las cosas de una manera muy diferente a lo habitual. Es el caso, por ejemplo, del cuento "Dijo", que es lo más cercano al cine mudo (sí, has leído bien) que he visto en mi vida. En esta historia, Dixon sólo nos cuenta lo que hacen los personajes, pero jamás transcribe lo que dicen. De ese modo es como si viéramos a personajes de una película muda. Así empieza:

Él dijo, ella dijo.
Ella salió de la habitación, él la siguió.
Él dijo, ella dijo.
Ella se encerró en el baño, él golpeó la puerta con sus puños.
Él dijo.
Ella no dijo nada.
Él dijo.
Golpeó la puerta con sus puños, pateó la base de la puerta.
Ella dijo, él dijo, ella dijo.

Stephen Dixon es uno de los grandes y sigue vivo. Mi consejo es que no dejen escapar estos dos libros: léanlos antes de que los hipsters pongan de moda al autor o de que algún articulista famoso lo recomiende en Babelia. Dos extractos:

No podría vivir sin ella. O podría pero sería difícil, muy, extremadamente complicado, probablemente imposible, o casi. ¿Y sin el niño? Nunca. Como dije en la escena, quiero verlo todos los días. Es tan buen chico. Quiero hacerle el desayuno todas las mañanas hasta que sea lo bastante grande como para preparárselo él mismo, ayudarlo con sus tareas cuando quiera que lo haga e ir a lugares con él, a caminar –museos, el parque, a jugar a la pelota con él, a caminar con él–, con él y con ella. Vacaciones de verano, dos o tres semanas aquí o allá, zambullirnos desde una balsa, nadar con él a mi lado. Cosas así. Bibliotecas. Adora las bibliotecas y las librerías infantiles.
[Del relato "Hombre, mujer y niño"]

**

Da vueltas y mira el cielo. Sal. Ve a ver lo que hay allá afuera. Llama a Jill. Pide hablar con Esther. Ve a mirar una película. Ve a un bar. Ve a una librería y compra un libro, por caro que cueste. Por primera vez en tu vida, encuentra un libro que tengas muchas ganas de leer pero que en cualquier otro momento hubieses pensado que era demasiado caro para ti. Si no tienes el efectivo, hazles un cheque. Si no aceptan cheques, pídeles que te separen el libro, deja un depósito por él, vuelve al departamento, y al día siguiente, o incluso esta misma noche, si la librería sigue abierta y no queda demasiado lejos, compra ese libro. O solo camina por la calle. Camina por caminar. Camina para hacer ejercicio. Por aire fresco. Para cansarte. Camina hasta el centro. Por la zona de los teatros. Más allá del Village hasta Lower Broadway. Ve a varias librerías y bares y luego toma un taxi a casa. O llama a Jill y dile que estás triste y solo y que quieres volver con ella. "Quiero que vivamos como una familia otra vez", dile. "Te amo", dile.
[Del relato "Ventanas"]


[Eterna Cadencia. Traducción de Ariel Dilon]

Cartel de Partisan


Cartel de Our Brand Is Crisis


Black Mass: cartel francés


martes, septiembre 08, 2015

Palabras mayores. Nueva narrativa mexicana, de Varios Autores


Es anómalo el caso de esta antología porque primero se publicó (traducida al inglés) en Gran Bretaña. La selección la hicieron Juan Villoro, Guadalupe Nettel y Cristina Rivera Garza. En la edición española, es ésta última quien firma el prólogo, y dice:

Una reunión de textos no siempre es, o no necesariamente es, una máquina de pasado, la confirmación de una o varias trayectorias una vez que se vuelve la vista atrás. Tampoco tiene por qué ser esa máquina de futuro que se pone a funcionar con la elaboración de apuestas. Mejor es concebir esa misma reunión de textos como una forma de construir ventanas desde las cuales es posible ver (vislumbrar acaso) algunas de las distintas maneras en que ciertas escritoras y escritores han decidido enfrentar su quehacer en el aquí y el ahora.

Son valoraciones con las que estoy completamente de acuerdo. Las antologías deben servir de guía para el lector, de manual de nombres (aunque nunca están todos los que son porque entonces cada compilación tendría un millón de páginas) para adentrarnos en la literatura de una generación, de un país o de una tendencia. Palabras mayores agrupa a 20 autores y no vamos a mencionar a ninguno porque es de mala educación no citar todos los nombres, y al lector le bastará con fijarse en la cubierta, donde figuran todos. La mitad de ellos, por cierto, ya son bastante conocidos. Si no me equivoco, todos tienen ya sólidas trayectorias, libros publicados y/o premiados y muchas papeletas para seguir sonando en el mercado editorial. A mí me ha servido para hacerme una idea, aunque sea breve y general, de la prosa y del estilo que maneja cada autor.


[Nota para futuros lectores: he tenido oportunidad de leer este libro en pruebas, pero no sale a la venta hasta el 21 de septiembre]

[Malpaso Ediciones]

Pawn Sacrifice: 2º cartel


Próximamente: Líos


De Justin Taylor. En Alpha Decay.

Irrational Man: 3 carteles




A Tale of Love and Darkness: primer cartel


lunes, septiembre 07, 2015

El cine según Hitchcock, de Francois Truffaut


Hay libros cuya lectura uno aplaza tanto que pueden pasar décadas. Es lo que me ha ocurrido con estas entrevistas. Compré mi ejemplar en torno a 1985: era la tercera edición (plagada de erratas, por cierto). Se lo presté a algún amigo incluso antes de leerlo. Lo tuvo bastante tiempo en su casa. Luego me lo devolvió. Pero fui posponiendo la lectura porque lo que yo quería era tener a mano las películas de Hitchcock para revisarlas a medida que iba leyendo, algo casi imposible a finales de los 80, cuando teníamos que conformarnos con grabarlas en la tele, si es que las pillábamos a tiempo, o pillarlas de reestreno (muy ocasionales) en los cines. Tantos años después he visto muchas películas del maestro, aunque no todas (su etapa inglesa, casi desconocida, anterior a los grandes éxitos, nunca me ha interesado). Pasan los años y otros libros se entrecruzan y lo olvidas.

Este verano recordé que lo tenía por casa y, por fin, lo he leído. Me duele haber tardado tanto. Es una conversación entre dos grandes, entre dos genios que conocen el oficio cinematográfico como pocos. Es un libro para aprender, para entretenerse, para seguir indagando en sus filmografías (ya que Hitchcock comenta un par de veces las películas de su entrevistador). Un libro que uno devora y que le ayuda a recordar algunas secuencias magistrales de Vértigo, Psicosis, La sombra de una duda, Los pájaros o Con la muerte en los talones. Un libro con el que Hitchcock nos deslumbra con su sabiduría técnica y narrativa. Con un conversador de lujo como Truffaut.

Dice Truffaut que se puede identificar cualquier filme de Hitchcock con sólo ver unos minutos, y continúa:

Para comprobar esto no es necesario escoger una escena de suspense; el estilo "hitchcokiano" se reconocerá incluso en una escena de conversación entre dos personajes, simplemente por la calidad dramática del encuadre, por la manera realmente única de distribuir las miradas, de simplificar los gestos, de repartir los silencios en el transcurso del diálogo, por el arte de crear en el público la sensación de que uno de los dos personajes domina al otro (o está enamorado del otro, o celoso del otro, etc.), por el de sugerir, al margen del diálogo, toda una atmósfera dramática precisa, por el arte, en fin, de conducirnos de una emoción a otra a gusto de su propia sensibilidad. Si el trabajo de Hitchcock me parece tan completo es porque veo en él búsquedas y hallazgos, el sentido de lo concreto y de lo abstracto, el drama casi siempre intenso y, a veces, el humor más fino. Su obra es a la vez comercial y experimental, universal como Ben Hur de William Wyler y confidencial como Fireworks de Kenneth Anger.

Truffaut, tras una velada de homenaje en la que proyectaron centenares de extractos de los filmes de su entrevistado, escribió:

Era imposible no ver que todas las escenas de amor estaban filmadas como escenas de muerte y que todas las escenas de muerte, como escenas de amor. Yo no conocía esa obra, creía conocerla muy bien y me quedé anonadado ante lo que veía. En la pantalla todo eran manchas, fuegos de artificio, eyaculaciones, suspiros, estertores, gritos, pérdidas de sangre, lágrimas, puñetazos torcidos, y me pareció que en el cine de Hitchcok, decididamente más sexual que sensual, hacer el amor y morir eran la misma cosa.

Pero vamos con algunas declaraciones de Alfred Hitchcock:

Cuando se cuenta una historia en el cine, sólo se debería recurrir al diálogo cuando es imposible hacerlo de otra forma. Yo me esfuerzo siempre en buscar primero la manera cinematográfica de contar una historia por la sucesión de los planos y de los fragmentos de película entre sí.

**

Lo que yo no comprendo es que alguien se apodere realmente de una obra, de una buena novela cuyo autor ha empleado tres o cuatro años en escribir y que constituye toda su vida. Se manipula el asunto, se rodea uno de artesanos y de técnicos de calidad y ya tenemos candidatura a los "oscars", mientras que el autor se diluye en segundo plano. No se piensa más en él.

**

¿Por qué razón elijo actrices rubias y sofisticadas? Buscamos mujeres de mundo, verdaderas damas que se transformarán en prostitutas en el dormitorio. […] El sexo no debe ostentarse. Una muchacha inglesa, con su aspecto de institutriz, es capaz de montar en un taxi con usted y, ante su sorpresa, desabrocharle la bragueta.

**

No, no leo jamás novelas ni otra clase de obras de ficción. Lo que suelo leer son biografías de personajes contemporáneos y libros de viajes. Me resulta imposible leer literatura de ficción, porque, de manera instintiva, me haría la pregunta: "¿Se podría hacer con esto una película o no?".


[Alianza Editorial. Traducción de Ramón G. Redondo; y colaboración de Miguel Rubio y Jos Oliver]

Bone Tomahawk: 2º cartel


Cartel de Leatherface


viernes, septiembre 04, 2015

El cuaderno perdido, de Evan Dara


En Playtime ha salido mi reseña. Aquí van dos fragmentos cortos:

Estos días me pregunto a menudo –cuando contemplo el escaparate de una tienda de discos, o al pasar junto a un kiosco de prensa abarrotado– si respondería al oír mi nombre pronunciado por alguien: si involuntariamente me giraría hacia el sonido del yo, o incluso si sentiría la vieja vibración esofágica del reconocimiento potencial; lo dudo; me parece como si esa clase de atención estuviese perdiendo vigencia (y, en consonancia, casi no me importa); pero la cosa no acaba aquí: ya apenas soy capaz de alinearme con lo genérico: es difícil sentirse como un fugitivo cuando nadie ha reparado en que te has ido; estar supeditado se torna problemático en la esfera de los sin rostro…

**

No te preguntes lo que tu narrativa puede hacer por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu narrativa.


[Pálido Fuego. Traducción de José Luis Amores]

Próximamente: Cult Movies: Películas para la Penumbra


De Vicente Muñoz Álvarez. En Excodra Editorial.

En Playtime: Evan Dara


El cuaderno perdido: aquí.

Cartel de Carol


jueves, septiembre 03, 2015

Macbeth: más carteles



Próximamente: La muerte de mi hermano Abel


De Gregor von Rezzori. En Sexto Piso.

Brooklyn: nuevo cartel


miércoles, septiembre 02, 2015

Artistas sin obra, de Jean-Yves Jouannais


Este ensayo, gracias al cual descubrimos a unos cuantos escritores que no conocíamos, contiene reflexiones tan interesantes como ésta:

Si hay artistas sin obra, también es cierto que bastantes obras están desprovistas de autor, o lo han perdido.
El escritor no es una necesidad de la literatura, del mismo modo que el artista no es un elemento indispensable de la experiencia estética. De hecho, los corpus literarios abrigan numerosas obras sin paternidad. Los cuentos son, por excelencia, entidades sin autor, hasta el momento en que caen en manos y bajo la pluma de maestros de la reescritura como Perrault y los hermanos Grimm…

Precedido de un prólogo de Enrique Vila-Matas, el ensayo de Jouannais conecta totalmente con la obra del autor de Bartleby y compañía: hay interés por los escritores del no, por los que abandonaron o prefirieron no hacerlo o sólo fueron escritores orales o anclados en un silencio elocuente, y también hay algunos juegos de espejos (al parecer, uno de los escritores citados es invención del propio autor). Uno de los aspectos más interesantes ha sido el de saber de la existencia de la biblioteca Brautigan, de la que yo no sabía nada. Así, dice Jouannais:

La biblioteca Brautigan, en Estados Unidos, en Burlington, en el estado de Vermont, la integran libros rechazados por los editores, obras abortadas, en suma, que han quedado petrificadas en ese estadio del manuscrito al cual se suma algo peor que el oprobio: el veredicto a menudo tan injusto como definitivo del fracaso. Libros, pues, que no existen.

Y, un poco después, continúa:

¿Cuántos Desgranges escritores, fallidos o abortados, existen? ¿Cuántos manuscritos existen que, a pesar de fantasear con ser libros, son algo totalmente diferente, huellas impublicables por demasiado personales, demasiado nutridas de pasiones inasimilables, patinazos que no respetan las estrictas convenciones de la edición? ¿Cuántos textos hay que son verdaderas experiencias vitales, desprovistos de todo crédito artístico, y que no han sabido plegarse a los esquemas comunes de las pequeñas fruslerías narrativas que exige la industria del papel impreso? Una infinidad de la que son testigos todos los comités de lectura de las editoriales. De ahí el interés, poético, conceptual y, digamos, humano, de la biblioteca Brautigan, un fondo de manuscritos rechazados.

Los dandis, la comunidad shandy de Vila-Matas, los que sólo escribieron cartas o esbozos o borradores de novelas, los discretos, los ausentes… Es éste un gran catálogo de raros, de artistas sin bibliografía que prefirieron no hacerlo. Su obra, en la mayoría de los casos, fue el silencio: lo que pudo haber sido.


[Acantilado. Traducción de Carlos Ollo Razquin]

Macbeth: segundo trailer


The Danish Girl: otros 2 carteles



Pascal Chaumeil (1961 - 2015)


Kill Your Friends: 2 carteles



martes, septiembre 01, 2015

Escrito en el viento: 10 años


El 1 de septiembre de 2005, como puede verse en la foto, arrancaba este blog. Han transcurrido 10 años. He recopilado exactamente 12.540 entradas (sin contar con este post). Y seguimos. Gracias a todos los que, en uno u otro momento, han pasado por aquí.

Crímenes imaginarios, de Patricia Highsmith


No sé dónde leí hace poco que Perdida (la novela de Flynn, más que la película, pues el filme de David Fincher sigue sus propios caminos, pese a la fidelidad con la fuente original) le debía mucho a Crímenes imaginarios (A Suspension of Mercy es su título en inglés). Al principio pensé que eran exageraciones de la crítica, que ve copias e influencias en todas partes (yo también, pero menos). Y no es así. De hecho, podríamos considerar Perdida como una especie de remake muy personal, o como uno de esos reboots que ahora tanto se llevan en Hollywood. Es como cuando Martin Scorsese se encargó del remake de Cape Fear: era lo mismo pero a la vez era diferente, Scorsese siguió sus propias reglas, su propio camino, y lo adaptó a su estilo y cambió muchas cosas e innovó. Pues me atrevería a decir lo mismo sobre Perdida y Crímenes imaginarios. Se no me creen, juzguen ustedes mismos (si recuerdan la novela de Flynn):

Crímenes imaginarios nos presenta a Sidney y Alicia Bartleby, un matrimonio en crisis. Él es escritor y ella es pintora. Se trata de dos artistas dentro de la misma casa, lo que al cabo de los años es como juntar al gato y al ratón. Sidney tiene cierta violencia dentro, que en algunas ocasiones suelta al gritarle a su mujer delante de unos invitados, o utilizando la fuerza. Sidney va de rechazo editorial en rechazo editorial y, mientras trata de sacar adelante su novela, está escribiendo una propuesta de serie de televisión junto a un colega. Un día su mujer le dice que necesita irse por un tiempo, estar separada de él, y le ruega que le cuente a la gente que se ha ido a casa de su madre. No sabe cuándo volverá, ni dará señales de vida (estamos hablando de una época sin internet ni móviles). Así que el tiempo pasa y Sidney, cuando le preguntan, no confiesa la verdad: que ella le pidió que callara, que no revelara sus verdaderas intenciones. Y él ni siquiera les dice que están en crisis. Hasta que la dan por desaparecida (o "perdida") y comienza un circo desagradable para Sidney: los policías le interrogan, sus suegros desconfían de él, su vecina cree que es culpable de haber matado a Alicia… Por otro lado, Sidney, como es novelista y en parte detesta a su mujer, empieza a confundir su mente: ha imaginado tantas veces que la asesinaba y escondía su cadáver en una alfombra y luego iba a enterrarlo al bosque que, a veces, casi duda de la verdad.

Hay un momento en la novela en el que alguien pronuncia una frase que encontramos también en Perdida (y cito de memoria, así que la frase no será fiel), algo como: "No parece un hombre preocupado por haber perdido a su mujer". Es decir, igual que en la novela y también en la película, los focos se colocan sobre el marido. Todo el mundo lo pone bajo una lupa. Desconfían de él. Lo observan. Lo creen culpable.

En fin, que Crímenes imaginarios es un novelón, tal y como esperaba. La capacidad de Patricia Highsmith para inquietarnos y mantener nuestra atención en cada página es una de las bazas de su éxito incluso después de tantos años de su muerte. Quiero decir que no envejece, sino todo lo contrario. Un fragmento:

Las multitudes le ponían nervioso. Se sentía emocionalmente turbado cuando se encontraba con un nutrido grupo de personas en el vestíbulo de un cine esperando el momento de entrar en la sala. Le parecía que en el hecho de que estuvieran reunidas se ocultaba alguna intención hostil, como la reunión de un gran número de hombres para formar un ejército. A Sydney no le parecía que juntarse fuese una condición que la gente normal debiera desear. Las multitudes le inspiraban una especie de fobia. 


[Anagrama. Traducción de Jordi Beltrán]

Cartel de James White


Próximamente: Pequeño fracaso


De Gary Shteyngart. En Libros del Asteroide.

Sleeping with Other People: 2 carteles



Concussion: primer cartel