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miércoles, febrero 29, 2012
La amante de Wittgenstein, de David Markson
David Markson no ha tenido suerte en nuestro país. Sólo se ha publicado en España un libro: éste, La amante de Wittgenstein, que editó Destino en 1995. Desde entonces sólo he encontrado otra traducción en la sudamericana Verdehalago: me refiero a Punto de fuga, exquisito libro que ya recomendamos aquí. Y, en marzo, La Bestia Equilatera, editorial de Latinoamérica, publicará La soledad del lector. Pero en este país… ni rastro. En el fondo es comprensible. Markson no es un autor fácil porque, aunque sus libros se devoran y son amenos, escapa a toda clasificación. Por lo general, sus volúmenes, escritos en frases cortas, suelen ser un compendio de citas y anécdotas de la literatura, la poesía, la pintura o la música. Markson parece una enciclopedia ambulante, una fuente de saber.
En La amante…, al contrario que en Punto de fuga, hay un hilo conductor, un argumento, aunque sea muy endeble (no es el argumento lo que le interesa al autor): una mujer, probablemente la última superviviente del planeta, habla de lo que encuentra en sus viajes por el mundo, de los vehículos detenidos en las calles vacías, de los museos en los que pasa las noches, y en esa narración va intercalando cientos de anécdotas relacionadas con las artes, como si ella misma fuera la depositaria de la memoria literaria de la humanidad, como si su cabeza fuese la última esperanza para salvaguardar el arte del hombre. Hacia el final, sin embargo, empieza a mezclar las anécdotas, a confundir los nombres y variar las identidades, y es cuando nos damos cuenta de que quizá esté loca. De que empieza a perder el juicio (lo cual, si uno se fija, ya advierte el título: pues Wittgenstein era homosexual y no tuvo amantes femeninas). Aunque no me ha gustado tanto como Punto…, recomiendo leer a Markson. Siempre.
[Traducción de Antonia Kerrigan y Horacio Vázquez Rial]
Cartel de The Avengers
Reparto: Robert Downey Jr., Chris Evans, Mark Ruffalo, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Tom Hiddleston, Stellan Skarsgård y Samuel L. Jackson.
Coincidencia desafortunada
Cuando tú le juras que eres suya,
temblando y suspirando,
y él te jura que su pasión es
infinita e inmortal,
señora, toma nota de esto:
uno de los dos está mintiendo.
Dorothy Parker, Lengua de madera (Antología de poesía breve en inglés), de Varios Autores. Edición de Hilario Barrero
martes, febrero 28, 2012
Cormac McCarthy en El Cuaderno
El domingo pasado se publicó en el nº 19 de El Cuaderno de La Voz de Asturias mi reseña sobre El Sunset Limited, obra de Cormac McCarthy.
Mis memorias, de Eugène-François Vidocq
Vidocq fue un personaje deslumbrante. En España lo recordamos por la película que rodó Pitof, donde Gérard Depardieu recreaba a este peculiar criminal reconvertido en policía. Pero ese largometraje no guarda mucha relación con la historia real. De hecho, el Vidcoq de aquel filme era poco menos que un superhéroe.
El Vidocq real tampoco era manco. Espadachín, mujeriego y bebedor, ladronzuelo, fugitivo de la justicia, carterista, maestro en fugas…, y, más tarde, hombre al servicio de la policía. En sus memorias suceden tantas cosas, se hilan tantas anécdotas, que parece una película de acción y aventuras trasladada al papel. No exagero si digo que cada dos líneas pasa algo: un lance, una evasión, un ardid, una pelea, una persecución, una huida… Lo más interesante es, por tanto, el personaje en sí. Porque inspiró a numerosos escritores para recrear a sus personajes novelescos; así, según nos cuentan en esta edición: Alexandre Dumas, Honoré de Balzac, Victor Hugo, Arthur Conan Doyle… David Cauquil, traductor del texto, afirma en el posfacio: Aunque difícilmente se pueda considerar a Vidocq como un gran escritor, su aportación a la literatura y a las artes en general, de manera directa o indirecta, es innegable. Incluso, según se desprende del texto de Cauquil, Vidocq no renunció a los “negros literarios” para que le echaran una mano. El valor de este volumen no está, por tanto, en la prosa, sino en el personaje y en la validez de los hechos que reconstruye.
[Traducción de David Cauquil]
Vademécum
Quiero que las tijeras estén afiladas
y la mesa perfectamente nivelada
cuando me recortes de mi vida
y me pegues en ese libro que siempre llevas contigo.
Billy Collins, Lengua de madera (Antología de poesía breve en inglés), de Varios Autores. Edición de Hilario Barrero
lunes, febrero 27, 2012
Max y Moritz, de Wilhelm Busch
Es la primera vez que se publica este cuento clásico en España, y ha sido gracias a Impedimenta. Contiene ilustraciones del propio autor, y las fechorías de los dos pilluelos que dan título al libro, están contadas mediante versos con rima. Un cuento negro y muy divertido, con un final poco apto para niños, a mi entender. Me ha hecho recordar alguno de esos tramos de la infancia en los que nuestras madres nos leían fábulas en verso y relatos ilustrados. Si uno lee en voz alta estos versos, sale música; casi parece un rap. Dentro de dos o tres años, espero leerle este cuento a mi hijo. Así lo disfrutaremos juntos.
[Traducción de Víctor Canicio]
Paul Auster en Madrid
El jueves pasado acudimos a la charla que Paul Auster manatuvo con Vicente Molina Foix en Fnac Castellana. La foto es de Mario Crespo.
domingo, febrero 26, 2012
viernes, febrero 24, 2012
Música Silenciosa, de Álex Portero Ortigosa
Me gustaría poder recordar la brillantez de nuestras estrategias, o la de nuestros enemigos (esos a los que jamás había visto y a los que no creo que vuelva a ver).
Ni siquiera puedo evocar de qué color era el cielo en aquel momento.
Si hacía frío o calor.
Nada excepto el olor de los muertos.
Hombres y mujeres.
Ninguna verdad me fue revelada después de la masacre, ni vi en los ojos de los demás un ápice de paz.
Nada.
Eso es lo que vi.
Absolutamente nada.
Cuando regresé a casa y me reuní con los míos sentí su calor como un latigazo, y me pregunté cómo se abraza a un muerto, qué es lo que siente éste bajo tierra cuando escucha a sus hermanos y hermanas llorando por él.
Si encuentra consuelo.
Desde entonces no he vuelto a reconocer lo que era el amor físico. Ni he sabido fingirlo.
No existe redención tras la batalla.
Porque en medio de ese infierno no eres dueño de tus actos, y mientes si dices que lo haces por devoción, o por fe, o por amor…
Es mentira.
Mentira.
Peleas porque el instinto animal se apodera de ti, para ahuyentar el miedo, por puro egoísmo vital exento de gloria, de trascendencia o de honor.
Y si pudieras elegir te marcharías de allí antes de que todo se desatara, una vez dentro ya no puedes.
No eres libre.
Eres esclavo de aquello que en el fondo nos une y que constituye el principal motivo por el que nos destruimos los unos a los otros como lobos enloquecidos y hambrientos:
El espíritu de la cueva.
El hombre primitivo, el devorador egoísta al que no nos atrevemos a enfrentarnos individualmente.
Esa es la puta verdad.
jueves, febrero 23, 2012
Diario de invierno, de Paul Auster
Es evidente que, en general, los últimos libros de Paul Auster han decepcionado a muchos lectores. De esos últimos, pocos me han interesado, y leí alguno y no me entusiasmó. Quizá su última gran obra fuese El libro de las ilusiones. No lo sé. Ya digo que tengo pendientes de lectura algunas de sus últimas novelas. Pero con este libro parece haber recuperado un poco el tono, alejado de las ficciones y de las tramas donde interviene el azar. Diario de invierno es una especie de autobiografía escrita en segunda persona del singular. En ella alterna sus vivencias y sus sentimientos del presente con abundantes vistazos al pasado. En esos dos territorios se mueve, como nadando entre dos aguas, y lo hace con soltura, como si estuviera muy cómodo. Se nota que, en la prosa, Auster ha crecido desde A salto de mata (el primer episodio de su autobiografía), porque su pensamiento se revela más maduro. Este diario congrega páginas admirables y también pasajes un tanto flojos. Pero me ha gustado más que, por ejemplo, La noche del oráculo. Y, por cierto, esta misma tarde iré a escuchar su charla al salón de actos de Fnac Castellana. Un fragmento:
Probablemente no exista mayor logro humano que merecer amor al final. Manchando el lecho de muerte con babas y orines. Todos vamos a pasar por ahí, te dices a ti mismo, y la cuestión es hasta qué punto puede seguir siendo humana una persona mientras se encuentra en un estado de impotencia y degradación. No puedes pronosticar lo que ocurrirá cuando llegue el día en que te metas en la cama por última vez, pero si no desapareces súbitamente como tu padre y tu madre, quieres morir inspirando amor. Si puedes.
[Traducción de Benito Gómez Ibáñez]
asco
a esas alturas,
a punto de subirnos
al avión y volver a casa,
tras todo lo que había visto:
gula, ingratitud,
aspereza, egoísmo…
a esas alturas,
yo ya pensaba que no había redención,
que la raza estaba perdida
y condenada sin remedio
y a esas alturas,
estremecido
de asco,
ya estaba agotado
de ver a la masa,
de sus sandeces
y de sus estúpidos
comportamientos
y antes de subir al avión
todo me daba asco,
asco y náusea
pero entonces,
en la sala de embarque,
vi correr a los niños,
diciendo sus primeras palabras
y dando sus primeros pasos,
y me contagiaron su entusiasmo
y la luz entró en mi alma,
y me dije que tal vez
quedaba algo de esperanza,
que había que alimentar esa luz
para que no se apagase
porque de lo contrario
sólo habría nihilismo y tinieblas,
y pensé que ojalá ellos,
esos niños y esas niñas,
mejoraran un poco el asunto,
porque de lo contrario
íbamos a estar jodidos.
José Angel Barrueco, Inédito
[Texto recortado y extraído de mi novela Asco]
miércoles, febrero 22, 2012
Ocho escenas de Tokio, de Osamu Dazai
Nueve relatos autobiográficos, cada uno de ellos precedido de una foto en blanco y negro del autor, y de las personas con las que compartió amores o amistad o intentos de suicidio. De esos nueve relatos, el que da título al libro habla de los otros ocho (y probablemente sea el mejor, y el más duro). Si el otro libro de Osamu Dazai que publicó Sajalín, Indigno de ser humano, era un estudio devastador sobre la condición del hombre torturado, en estos relatos no escasean los infiernos personales que atormentaron a Dazai: sus intentos de suicidio, su alcoholismo, su dependencia de los fármacos, sus alucinaciones, sus fracasos, sus latrocinios, sus desvelos con la escritura, sus pesadillas… Nueve relatos demoledores, brutales, como navajazos a nuestro estómago. Nueve relatos sobre el fracaso y el dolor, sobre un escritor acosado por tempestades interiores. Osamu Dazai: simplemente, uno de los autores japoneses más grandes de la literatura. Dos extractos:
-¡Vaya! Otra vez hablan mal de mí. Dicen que soy un falso aristócrata disfrazado de epicúreo. El tipo que ha escrito eso se equivoca de plano. En todo caso podría decir que soy un epicúreo asustado de dios, o algo por el estilo. Fíjate, Sa-chan. Aquí dicen que soy indigno de ser humano. ¿Es eso cierto? Robé los cinco mil yenes porque quería que nuestro hijo y tú pasaseis un Año Nuevo decente, uno como no habéis disfrutado desde hace mucho tiempo. Yo no soy un monstruo. Esa es la única razón por la que cometí semejante barbaridad.
Sus palabras no me preocuparon consuelo ni una especial alegría.
-Da igual si eres humano o no –le dije–. Lo importante es que estamos vivos.
**
Finalmente, H. y yo nos separamos. No tuve el coraje necesario para retenerla por más tiempo. Algunos dirán que la abandoné. De acuerdo. Me doy cuenta del inmundo y horrible infierno que me espera si me empeño en transmitir la idea de perseverancia en nombre de un ideal humanitario vacío de contenido. H. volvió al campo a vivir con su madre. No sé qué fue del pintor. Yo me quedé solo en el apartamento y continué bebiendo matarratas. Mis dientes empezaron a pudrirse y se cayeron. Mi cara se transformó en una máscara burda y vulgar. Me mudé a una casa de huéspedes cercana: era de la peor clase que uno pudiera imaginar y pensé que, precisamente por eso, me iba al pelo.
[Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés]
Trailer de Tyrannosaur (Redención)
Impresionante trailer de esta película, la primera que dirige el actor Paddy Considine, y que protagoniza el gran Peter Mullan: aquí.
martes, febrero 21, 2012
Shame
Curiosamente, dos de las mejores películas de los últimos meses contienen inicios similares. Me refiero a Drive y a Shame. Ambas empiezan con primeros planos de sus silenciosos y poco comunicativos protagonistas; en ambas predomina la música instrumental (del grupo The Chromatics y de Harry Escott, respectivamente), con sendas composiciones marcadas por un tic-tac de fondo; en las dos, junto a la música, los planos y la falta de diálogos, se va creando un clima perturbador, una atmósfera estremecedora que hipnotiza al espectador (al menos al cinéfilo) y advierte del tono general de cada filme.
La anterior película del director británico Steve McQueen, Hunger (Hambre), tuve que buscarla en internet, hace ya dos años y medio. La protagonizó, al igual que Shame (Vergüenza), el gran Michael Fassbender. Aquella era una historia sobre presos del IRA, sobre la resistencia del cuerpo humano. McQueen filma la carne como pocos directores suelen hacerlo, como si fueran mapas que revelan territorios fríos, mutantes y extraños (algo que también se puede aplicar a David Lynch y a David Cronenberg).
Como dijo Hilario J. Rodríguez en su formidable crítica para el último número de Imágenes de Actualidad (y estamos hablando de uno de los mejores críticos de España), Shame es una película hipnótica. McQueen, ayudado por la música y por una fotografía atípica, rueda de un modo similar a como lo hace Michael Mann. De hecho, algunas escenas de Fassbender recorriendo Nueva York de noche recuerdan poderosamente a los momentos nocturnos de Heat y de Collateral. Y todo el conjunto embruja, amén del sensacional trabajo de Michael Fassbender.
Shame es una película turbia, compleja, malsana, sombría, que conduce a un personaje por senderos tortuosos, algo que yo a veces hecho de menos en la literatura contemporánea, pero que me ha recordado, también, a uno de los mejores libros sobre sexo y tormentos y obsesiones que he leído: El demonio, de Hubert Selby, Jr.
44 cartas desde el mundo líquido, de Zygmunt Bauman
Desde el mundo “moderno líquido”: es decir, desde el mundo que compartimos usted y yo, el autor de las cartas que siguen y sus posibles/probables/esperados lectores. El mundo que denomino “líquido” porque, como todos los líquidos, no se mantiene inmóvil ni conserva mucho tiempo su forma. En este mundo nuestro todo o casi todo cambia constantemente: las modas que seguimos y los objetos de nuestra atención (una atención constantemente cambiante, hoy alejada de las cosas y los acontecimientos que la atraían ayer, y mañana alejada de las cosas y los acontecimientos que hoy nos estimulan), lo que soñamos y lo que tememos, lo que deseamos y lo que aborrecemos, los motivos que infunden esperanzas o los que suscitan preocupación.
[Traducción de Marta Pino Moreno]
I
No crees en la suerte. Esto es,
no crees que la suerte se encuentre fuera de ti, y
mucho menos en un lugar concreto.
Nunca has estado en Ispahán. Sabes de bellos
edificios, de un pasado glorioso.
Imaginas, no obstante,
una ciudad como todas las que conoces,
infestada de coches de antenas de teléfonos
móviles de centros comerciales,
de gente que fluye por un río de asfalto en pos de
mariposas menudas o secretos de hormigón,
quién sabe,
sólo cada uno de ellos sabe.
Ni tu idea de la suerte, ni tu idea de Ispahán
importan. Porque Ispahán es para ti,
aquí,
en la superficie lisa del poema, solamente
—o nada menos que—
el nombre de un lugar, es decir, solamente
—o nada menos que—
un nombre. Un nombre remoto e inverosímil como
Samarcanda o Esmirna o Damasco; o como
Macondo o Santa María o Comala; o como
Xanadú o Sangri-lá o Walhalla o…
un nombre.
Natalia Carbajosa, Tu suerte está en Ispahán
no crees que la suerte se encuentre fuera de ti, y
mucho menos en un lugar concreto.
Nunca has estado en Ispahán. Sabes de bellos
edificios, de un pasado glorioso.
Imaginas, no obstante,
una ciudad como todas las que conoces,
infestada de coches de antenas de teléfonos
móviles de centros comerciales,
de gente que fluye por un río de asfalto en pos de
mariposas menudas o secretos de hormigón,
quién sabe,
sólo cada uno de ellos sabe.
Ni tu idea de la suerte, ni tu idea de Ispahán
importan. Porque Ispahán es para ti,
aquí,
en la superficie lisa del poema, solamente
—o nada menos que—
el nombre de un lugar, es decir, solamente
—o nada menos que—
un nombre. Un nombre remoto e inverosímil como
Samarcanda o Esmirna o Damasco; o como
Macondo o Santa María o Comala; o como
Xanadú o Sangri-lá o Walhalla o…
un nombre.
Natalia Carbajosa, Tu suerte está en Ispahán
lunes, febrero 20, 2012
William S. Burroughs: A Man Within
La otra noche vi este documental. Me pareció muy bueno, aunque me hubiera gustado que hablasen más de su literatura. Por otra parte, lo entiendo: Burroughs fue un personaje complejo y es difícil de condensar en 85 minutos. Se necesitan muchas horas para analizarlo a fondo, pues era un hombre con numerosas aristas: el escritor, el drogadicto, el homosexual escandalizador, el beat que rehuía las etiquetas, el visionario, el ídolo del pop y del rock y del punk y del grunge, el tipo que asesinó a su mujer por accidente, el artista del cut-up… En el documental, por cierto, entrevistan a Allen Ginsberg, Patti Smith, David Cronenberg, Victor Bockris, Diane DiPrima, John Waters, Iggy Pop, John Giorno… Sólo se puede ver tirando de la mula o del torrent.
¡Despidan a esos desgraciados!, de Jack Green
Es extraño leer un libro que habla sobre un libro que no has leído. Pero le habrá ocurrido a un montón de lectores. La historia es la siguiente: William Gaddis publicó Los reconocimientos, una novela de unas mil páginas que en España editó Alfaguara (y que probablemente ya no se pueda encontrar, pero que Sexto Piso reeditará pronto). Casi todos los críticos y reseñistas la atacaron, le dieron palos sin haberla leído, o habiéndola leído en diagonal, o habiéndola leído sin entenderla. Jack Green, que quizá se sabía el libro de memoria, recopiló esas reseñas y demostró que los críticos no habían hecho su trabajo. Estaban llenas de errores, que fue señalando con una prosa visceral, sin ahorrarse dardos, en artículos que publicó por entregas en un fanzine. Este volumen las recoge, y os aseguro que uno se lo pasa en grande leyendo a Green aunque no conozca la novela sobre la que unos y otros escriben. Por cierto, fabuloso el prólogo de José Luis Amores. En suma: muy recomendable.
[Traducción de Rubén Martín Giráldez]
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