miércoles, septiembre 28, 2011

HHhH, de Laurent Binet



Éste es un libro modélico que muestra los caminos por dónde debería circular la novela. Aunque en realidad no es una novela. ¿O sí? Laurent Binet, galardonado con el Goncourt de Primera Novela, trata de reconstruir un hecho histórico: el atentado que sufrió Heydrich, uno de los hombres más eficaces de Hitler, en las calles de Praga. Binet sabe que, a menudo, un escritor noveliza demasiado cuando trata hechos históricos, deja volar la imaginación y suple con ésta lo que desconoce o lo que prefiere maquillar para la causa de la narración. Y él pretende escapar de eso. Su libro es, por tanto, una lucha entre la ficción y la Historia, entre la novela y la no ficción. En su búsqueda de documentación y de respuestas para contar este hecho histórico, nos muestra su “work in progress”, de tal modo que nos comenta por qué no ha querido desvelar más sobre este personaje, a menudo se contradice adrede (admite que lo que acaba de relatar en el capítulo anterior es hacer ficción con la realidad, y él huye de eso), analiza los libros que ha leído en los que encuentra ciertas similitudes (Las benévolas, Europa Central…), habla de su presente, de cómo escribe y a quién ama mientras escribe este libro…

Alertado por un par de amigos, compré en seguida HHhH y lo he devorado. El título proviene de la frase “Himmlers Hirn heisst Haydrich” (“El cerebro de Himmler se llama Heydrich”). El ritmo que Binet imprime a la narración es una de sus mejores virtudes. Y no sólo recrea con talento y brillantez un episodio histórico (a veces, como si fuera un ensayo, a veces como una novela), sino que el lector puede revivir ciudades como Praga, que él conoce bien y a la que se nota que ama con pasión. El autor demuestra, una vez más, que se puede volver al pasado y contar la historia de otro modo, sin aburrirnos, con un lenguaje y unos métodos narrativos adaptados a nuestra época, sin necesidad de coñazos académicos. No quisiera extenderme más para dejar paso a un breve capítulo (ya en la página 15) en el que Binet, de manera magistral, anuncia los elementos que compondrán su drama, los elementos y personajes que conformarán lo que va a contar, el resumen del libro:

Estaban las huellas, aún terriblemente frescas, del drama que se había consumado en aquella sala apenas sesenta años antes: el reverso de la claraboya que se ve desde el exterior, el túnel excavado unos pocos metros, los impactos de las balas en las paredes y en el techo abovedado, dos pequeñas puertas de madera. También había unas fotos con los rostros de los paracaidistas, estaba el nombre de un traidor en un texto redactado en checo y en inglés, había un impermeable vacío, un morral, una bici, todo ello reunido dentro de una vitrina, por supuesto había una metralleta Sten, de esas que se encasquillan en el peor momento, había mujeres evocadas, había imprudencias mencionadas, estaba Londres, estaba Francia, había legionarios, había un gobierno en el exilio, había un pueblo con el nombre de Lidice, había un joven centinela que se llamaba Valčík, había un tranvía que pasa, también éste, en el peor momento, había una máscara mortuoria, había una recompensa de diez millones de coronas para el hombre o la mujer que delatase, había cápsulas de cianuro, había granadas y gente para lanzarlas, había emisoras de radio y mensajes codificados, había un esguince en el tobillo, estaba la penicilina que sólo se podía conseguir en Inglaterra, había una ciudad entera bajo el poder de aquel a quien apodaban “El Verdugo”, había banderas con la cruz gamada e insignias con calaveras, había espías alemanes que trabajaban para Inglaterra, había un Mercedes negro con un neumático reventado, había un chófer, había un carnicero, había dignatarios alrededor de un ataúd, había policías inclinados sobre unos cadáveres, había represalias terribles, estaba la grandeza y la locura, la debilidad y la traición, el valor y el miedo, la esperanza y la pena, todas las pasiones humanas estaban reunidas en unos pocos metros cuadrados, estaba la guerra y estaba la muerte, había judíos deportados, familias masacradas, soldados sacrificados, había venganza y cálculo político, había un hombre que, entre otros, tocaba el violín y practicaba esgrima, había un cerrajero que nunca pudo ejercer su oficio, estaba el espíritu de la Resistencia que se quedó grabado para siempre en esos muros, estaban los rastros de la lucha entre las fuerzas de la vida y las de la muerte, estaban Bohemia, Moravia, Eslovaquia, estaba toda la historia del mundo contenida dentro de unas pocas piedras.
Fuera había setecientos SS.


[Traducción de Adolfo García Ortega]