Segundo volumen del Red Riding Quartet del británico David Peace, tras 1974. El lector de novela negra no debería dejar la oportunidad de leer estos libros. La novela se ambienta en los mismos escenarios. Alguien, al que llaman “El Destripador de Yorkshire” (y el autor se inspira en hechos reales), está causando estragos al torturar, asesinar y eviscerar a las prostitutas. Los protagonistas son, ahora, dos de los personajes secundarios del primer libro: el reportero Jack Whitehead y el sargento Bob Fraser, ambos torturados por pesadillas y obsesionados con las meretrices. Y ambos son los narradores de 1977, en capítulos alternos. La violencia de Peace suele estar en las palabras, en ese estilo bronco y nervioso del que ofrezco una muestra:
Leeds.
Domingo, 29 de mayo de 1977.
Está volviendo a pasar.
Cuando los dos sietes chocan…
Quemo caucho sin marcas en otro cálido amanecer, rumbo a otro viejo parque que oculta su muerte, de Porter’s Field a Soldier’s Field, parques que desvelan sus fantasmas, está volviendo a pasar.
Domingo por la mañana, las ventanillas abiertas, y va a ser otro día sofocante, sudan los buzones de correos rojos, los perros ladran al sol del amanecer.
La radio encendida, llena de muerte.
En estéreo: la del coche y los walkie-talkies.
Me dirijo a Soldier’s Field.
La voz de Noble desde otro coche.
Ellis se vuelve hacia mí y me dice con una mirada que tendríamos que ir más deprisa.
-Está muerta –digo, pero sé lo que debe estar pensando:
Domingo por la mañana… le damos a ÉL un día de ventaja, un día a nuestra costa, una de nuestras vidas. En todos los periódicos no se hablará más que de los 25 Años de los cojones hasta mañana por la mañana y nadie recordará otra noche en Chapeltown.
Chapeltown… Mi negociado: LA BRIGADA DE HOMICIDIOS.
Los tratos que hacemos, las mentiras que creemos, los secretos que guardamos, el silencio que les dedicamos.
Enciendo la sirena, un mazazo que golpea el barrio todas las mañanas de domingo, una llamada inequívoca de la muerte.
Y Ellis dice:
-Eso va a despertar a todos los hijos de puta del barrio, joder.
Pero a un kilómetro de allí sé que ella ni se moverá en su húmedo lecho de rocío.
[Traducción de Manu Berástegui]