martes, diciembre 08, 2009

Aquel cine

Aquel cine céntrico soportaba sobre su techo una especie de torreta, a la que ascendía, sin otro séquito que mi conciencia, cuando necesité curar depresiones y enfados. A esa cúspide se trepaba tras la ascensión de una escalerilla de madera, estrepitosa y tan vertical que daba reparo subir por sus peldaños.
Una vez arriba, se podía divisar la panorámica majestuosa de la ciudad, aspirar un oxígeno menos contaminado y ver a los pájaros que revoloteaban en torno a los tejados. Desde allí, Zamora era diferente. Las cosas se perciben de otro modo desde nuevos niveles, no es que pareciese pequeña o diminuta o desnuda de opulencia; no, desde aquella atalaya donde me curaba las depresiones y los enfados se advertían el cansancio y la tristeza de la ciudad, la tajante división de clases sociales, su alma de siglos, el embrujo de sus fronteras.
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José Angel Barrueco, Recuerdos de un cine de barrio