Tienen los bereberes la costumbre,
como anfitriones magníficos que son,
de obsequiar a sus visitantes
con una ceremonia misteriosa:
La primera infusión con hojas de té fuerte, sin azúcar,
es amarga y vivificante...
A la segunda, con las mismas hojas,
se le añade un poco de azúcar.
Es un sabor sugerente y acogedor.
El tercer té lleva mucho azúcar,
con lo que la infusión es cálida, sensual...
Amargo como la vida, suave como la muerte,
dulce como el amor.
Sin duda es una tradición que resume la propia vida
y nació de miles de horas de silencio y meditación
en las jaimas, frente a los infinitos
ocres de los desiertos.
No sé por qué me acuerdo de los pueblos del Sáhara
y Palestina, a estas horas que amanece en Bagdad
frente a los ventanales.
Los poetas somos así. A golpe de latido
una metáfora nos conduce a la otra. Una piel a otra piel.
Será porque estos días en que la muerte me va rondando
me siento como en casa, soy más feliz que nunca.
Amargo como la vida, suave como la muerte,
dulce como el amor.
Ángel Petisme, El cielo de Bagdad
Hace 13 horas