Menos mal, ya quedan sólo unos días para que termine agosto. Lo estoy deseando porque agosto en Madrid, adonde he vuelto esta semana, es una tortura. Lo comentaba el otro día con un familiar: la capital es insoportable en julio y agosto, pero una gozada en otros meses, especialmente entre septiembre y diciembre. La oferta cultural es tan amplia que uno puede entretenerse cada día, ya sea pagando o sin pagar o ambas. Y nunca hace el mismo frío que en mi tierra, cuyos inviernos son durísimos y más largos que aquí. Cuando estoy alejado de casa, disfruto el mes de agosto. Lo disfruto porque no paro, porque viajo aunque sea poco, porque no faltan un par de días en los que merodee junto al agua, y el agua me hace olvidar las noticias y los blogs y los correos electrónicos. En cambio, en agosto y en casa me desespero porque el buzón del portal siempre está vacío. Porque cuesta conciliar el sueño con tanto calor. Porque miro en internet las próximas novedades literarias y me desespera que ninguna de ellas salga en agosto, que las editoriales las pospongan todas para septiembre, y al final septiembre es uno de los meses en los que más novedades hay en las librerías. Porque echo un vistazo a los próximos estrenos y, salvo tres o cuatro excepciones, las distribuidoras reservan las mejores películas para septiembre y octubre. Porque los conciertos que quiero ver también caen a partir del próximo mes. Porque voy a sitios a los que suelo acudir con frecuencia y están cerrados por vacaciones.
Estos días me dedico a anotar los libros que saldrán en septiembre. Cuando llegue el momento y esos títulos lleguen a las mesas de novedades, no compraré tantos. Haré una especie de criba e iré seleccionando. Es imposible comprarse y menos aún leer todo lo que uno quiere. La semana pasada leí, en “Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas”, una de las conversaciones que mantuvieron los escritores Roberto Bolaño y Rodrigo Fresán, y en la que hablan de Philip K. Dick. Yo admito haber leído poco a Dick. Alguna novela, algunos relatos sueltos. Bolaño y Fresán me contagiaron su entusiasmo por los cuentos de Dick. Quiero decir que ni siquiera tenía pensado comprar sus historias cortas y ambos hablan de ellas con un fervor tan contagioso que ya he anotado los “Cuentos completos” de Philip K. Dick en mi lista de libros pendientes. La mala noticia es que son cinco volúmenes y cuestan unos 22 euros cada uno. Sumen, pues. Tal vez me los compre en septiembre o me los compre dentro de unos meses porque es mucha pasta de una sola vez.
Los mejores planes se dejan para septiembre. ¿Cuándo podremos vernos? En septiembre. ¿Cuándo estrenan la última de Quentin Tarantino? En septiembre. ¿Cuándo publican el segundo volumen de “Mi primera película”? En septiembre. ¿Cuándo estrena Mario Crespo su cortometraje? En septiembre. ¿Y la obra de teatro en la que sale Violeta Pérez? Cuándo va a ser, hombre: en septiembre. ¿Cuándo viene Leonard Cohen a Madrid? No sea usted pelma, ya se lo he dicho: en septiembre. “New York, I Love You”, “Funny People” y “Adventureland” se estrenan en ese mes. Y la reedición ampliada de la “Historia argentina” de Rodrigo Fresán saldrá entonces, aunque su nueva novela se publica en octubre, que es otro mes privilegiado. Y ese libro misceláneo de ensayos y relatos inéditos de Charles Bukowski, que lleva por título “Fragmentos de un cuaderno manchado de vino”, se edita en septiembre. ¿Y sabes qué es lo bueno, amigo? Todo lo que también se estrenará o publicará en ese mes, pero aún no se ha anunciado. Lo que aún no sabemos. Lo que ignoramos. Las sorpresas.