Y es que hablar de libros no leídos supone una verdadera actividad de creación, tan digna, aunque sea más discreta, que las actividades dotadas de mayor reconocimiento social. La atención dirigida a las prácticas artísticas tradicionales produce el efecto de desdeñar, incluso desconocer, prácticas menos valoradas puesto que se ejercen, por naturaleza, en una forma de clandestinidad.
Sin embargo, ¿cómo negar que hablar de libros no leídos constituye una auténtica actividad creadora que demanda las mismas exigencias que el resto de las artes? Para convencerse de ello basta con pensar en todas las capacidades que dicha actividad moviliza, como las de escuchar las virtualidades de la obra, analizar el nuevo contexto en que se inscribe, prestar atención a los demás y a sus reacciones, o ser capaces de conducir una narración cautivadora.
Sin embargo, ¿cómo negar que hablar de libros no leídos constituye una auténtica actividad creadora que demanda las mismas exigencias que el resto de las artes? Para convencerse de ello basta con pensar en todas las capacidades que dicha actividad moviliza, como las de escuchar las virtualidades de la obra, analizar el nuevo contexto en que se inscribe, prestar atención a los demás y a sus reacciones, o ser capaces de conducir una narración cautivadora.