Intentando soportar la fatiga veraniega, me refugio un par de días en Zamora. Esa calma propia de la ciudad le viene bien a mis nervios, un poco alterados tras la semana de los ruidos vecinales. Al llegar allí me alejo de ciertas cosas: rehúyo navegar por la red, leo menos y salgo más a la calle, me relaciono con la gente cara a cara en vez de hacerlo mediante internet y quedo muy satisfecho. Al entrar en la provincia me doy cuenta de los cafés y las visitas que debo. El fin de semana no da para mucho, así que pospongo esa especie de compromisos (aunque no lo son, porque se trata de amistad) para cuando regrese en agosto, que es cuando espero pasar más días por allí. Tranquilidad estival. Gente en las terrazas, cigüeñas surcando el cielo, familias de paseo, buen tiempo, demasiado sol para mi piel.
El viernes por la noche voy a ver el directo de Mendel en el Ávalon. No pude ir cuando actuaron hace poco en La Cueva del Jazz y ahora me desquito. Gran concierto, de veras. Tienen ritmo, hay feeling en la banda durante la actuación, reconozco algunos temas ya oídos en un disco y en su perfil de MySpace y nos ofrecen algunas versiones de canciones clásicas. La entrada es gratuita y pese a ello el local no se llena, aunque sí hay gente. ¿Es un vaso medio lleno o medio vacío? Es el típico fin de semana en el que se nota que el personal se ha ido a Sanabria, o de vacaciones, o a donde quiera que vaya. Me hablan de los conciertos de los jueves. Me hablan de cantautores y de bandas que van a tocar allí. Son los directos que a mí me gustaría ver y escuchar. La gente los tiene gratis, en este y en otros bares, y sin embargo no llenan los locales. Me pregunto qué ocurre en la ciudad. Van poetas de la tierra a presentar sus libros y no llenan las salas de actos. Acuden poetas de otras tierras a recitar y van sólo unos pocos a verlos. Ya no estoy seguro de si el personal no se entera porque no se anuncian bien los eventos o es un asunto de pereza, de pasotismo. Porque a menudo uno oye críticas: que si en Zamora no hay nada, que si todo lo bueno está en Madrid (refiriéndose a conciertos, recitales y otros espectáculos), que si tal y cual, y no es exactamente cierto.
Yo me pierdo muchos eventos por estar lejos. Sin embargo, parece que hay falta de apoyo. Y sin apoyo no hay futuro para ciertos espectáculos. Me lo decía el cantante de Mendel, que muchas personas le dijeron que iban a acudir al concierto y luego no se presentaron. Suele pasar. Lo que mejor se le da al hombre es la palmada en la espalda, lo de poner buena cara en Facebook y decir palabras amables y cumplir. Pero luego falla en los hechos. Y es lo que se necesita: hechos, y no tantas promesas incumplidas. Le dije que a mí me sucedió tres cuartos de lo mismo en los bolos que hemos tenido en Madrid. Le pasó también a unos cuantos colegas del gremio. Luego, a la hora de la verdad, siempre oyes excusas: “Me fue imposible ir”, “Tuve un compromiso”, “Curraba hasta tarde”, “Es que el horario era malo”, “Es que me dolía el estómago”, etcétera. Basta de “es que”. Porque, si te fijas, cuando hay un concierto de alguna estrella inglesa o norteamericana, o cuando llega el tío más célebre a una ciudad, esas personas que te fallaron hacen lo imposible por no perderse otros eventos: salen antes del trabajo, o se toman el día libre, o viajan a otras ciudades, o dejan los niños a cargo de un familiar, o lo que sea. Y el caso es que no se lo pierden. En el fondo, lo bueno de esto es que así uno sabe, de verdad, quién está a su lado. Por supuesto que es imposible participar en todo, no perderse una. Pero ya me entiendes.