Marilyn Monroe: En mi opinión el hombre y la mujer deben compartir el mismo dormitorio. Si están en dormitorios separados en el caso de que se os ocurra algo que queréis decir al otro, no queda otro remedio que ir a tientas por el pasillo, y eso cansa. Por esta causa, se puede olvidar lo que queríais decir. Además, los dormitorios separados resultan solitarios. Creo que las personas necesitan calor humano, incluso cuando están dormidas e inconscientes.
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Bob Dylan: Who killed Norma Jean? / “I”, said the city, / “As a civic duty, / I killed Norma Jean”.
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Vladimir Nabokov: Bueno, en primer lugar, Marilyn Monroe es una de las más grandes actrices de comedia de nuestro tiempo. Es sencillamente soberbia.
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Juan Marsé: Marilyn Monroe fue esa maravillosa actriz de la cual uno no recuerda exactamente si sus ojos fueron azules: recuerda el delicioso guiño de sus ojos, el diseño ligeramente amargo de su brillante boca roja, el famoso vestido carmesí de Niágara que se adhería a su piel como una llama, la combustión interna de su garganta mientras la besaban… No es poco. Un desatino criminal de los hombres que la rodearon –en sus Films y en la vida real– marcó su destino: exigirla que se mostrara, además de encantadora, inteligente. ¡Qué insensata manía! Como si mostrarse simplemente encantadora no fuese en ella una prueba de sublime inteligencia.
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Bob Dylan: Who killed Norma Jean? / “I”, said the city, / “As a civic duty, / I killed Norma Jean”.
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Vladimir Nabokov: Bueno, en primer lugar, Marilyn Monroe es una de las más grandes actrices de comedia de nuestro tiempo. Es sencillamente soberbia.
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Juan Marsé: Marilyn Monroe fue esa maravillosa actriz de la cual uno no recuerda exactamente si sus ojos fueron azules: recuerda el delicioso guiño de sus ojos, el diseño ligeramente amargo de su brillante boca roja, el famoso vestido carmesí de Niágara que se adhería a su piel como una llama, la combustión interna de su garganta mientras la besaban… No es poco. Un desatino criminal de los hombres que la rodearon –en sus Films y en la vida real– marcó su destino: exigirla que se mostrara, además de encantadora, inteligente. ¡Qué insensata manía! Como si mostrarse simplemente encantadora no fuese en ella una prueba de sublime inteligencia.