Entro en Google Street View con la esperanza de que aparezca mi tierra de origen. Pero nada. Seguimos igual. De momento sólo vemos Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia. Ahora los ciudadanos pueden solicitar que difuminen un poco las imágenes de sus casas. Ya lo hacían con las matrículas y con las caras, aunque no con todas. A la gente se la reconoce con facilidad en el Street View. No digo que haya visto caras conocidas, sino que el borrado no siempre es perfecto. De vez en cuando entro en Google Street View. Lo hago antes de ir a cada sitio de Madrid que no conozco. Busco el nombre y el número de la calle y navego por las imágenes, para tener referencias en el momento en que salga del metro y quiera encontrar el bar o la librería o la sala de actos en cuestión. La herramienta divierte y entretiene.
Pero existen dos inconvenientes. El primero es general, y me refiero a que no todas las calles de Madrid aparecen en este servicio de búsqueda y navegación, hay zonas sin acceso; de momento, supongo. El segundo inconveniente es personal, y me refiero a que, por mucho plano, mucho mapa callejero y mucho Street View que yo utilice, al final siempre acabo perdiéndome. Es una mezcla de mala orientación y de mirar los mapas al revés, de tal modo que si salgo de la boca del metro y debería ir al sur, acabo caminando hacia el norte. Mis colegas hacen chufla de esto y me veo obligado a darles la razón. Debo tener la brújula estropeada. También reconozco una cosa: en las ocasiones en que he pasado de mirar con lupa el mapa y me he puesto a recorrer las calles por intuición, los resultados han sido favorables. Lástima que nunca haya testigos a mi lado que lo corroboren. Pero, si los hubiera, no serviría de nada porque entonces serían ellos quienes me guiaran a mí. Lo sé.
Espero que algún día podamos ver Zamora mediante esta herramienta. Si en Madrid me sirve para echar un vistazo a los sitios a los que luego quiero ir, aunque me valga de poco para orientarme, las imágenes de mi ciudad me servirán de recordatorio. Quienes volvemos a la provincia de vez en cuando, ya no recorremos cada rincón como antaño. Esto es obvio y no necesita aclaración: uno hace sus planes y al final sólo se mueve entre el domicilio familiar y los lugares de ocio. El fin de semana da para poco cuando llegas el viernes por la tarde-noche y te vas el domingo en la sobremesa, pero siempre me dan ganas de recorrer ciertos barrios. Todos estos servicios mediante satélite o imágenes unidas a posteriori para que parezcan una especie de filmación congelada, en pausa, acarrean ciertas dificultades. Véase la noticia, que no ha tenido demasiada trascendencia, sobre el tipo inglés que, en el sur de Londres, se dedicó a entrar en las casas gracias a una de estas herramientas. El titular era el siguiente: “Roba más de 100.000 euros mediante Google Earth”. Recordemos que este servicio muestra las ciudades desde arriba. El hombre examinaba los tejados con aspecto más accesible y luego iba a robarles los metales, que vendía para sacarse la pasta. El que no corre, vuela. En cuanto inventan algo llamativo no faltan las hordas de pícaros que intentan sacarle un partido económico. Si Earth ha servido a un ladrón, imagino que otros tantos estarán examinando con lupa y con atención las posibilidades de Street View: se ven con claridad portales, entradas de edificios y puertas de comercios. Hacía diez o quince años todo esto nos habría sonado a novela de ciencia-ficción. No hay que reírse de las historias futuristas porque luego se van cumpliendo.