El jueves pasado, en este periódico, leíamos el siguiente titular en la sección de noticias locales: “La Policía Nacional no puede utilizar tres vehículos al no contar con ITV”. Se referían a los coches que necesitan para efectuar las labores de vigilancia de paisano. Desde hace un mes esperan la inspección técnica de los mismos. Lo denunció el SUP (Sindicato Unificado de Policía) en Zamora. También denunciaron el tiempo que llevan sin recibir uniformes nuevos: tres años. En invierno, con las heladas brutales que castigan a la provincia de Zamora, los policías visten pantalones de verano por culpa de la falta de reposición de material. En la noticia dicen que deberían recibir, dos veces al año, los uniformes de invierno y de verano. No ha sido así. Están a la espera de obtener botas, pero sólo se las enviarán desde Valladolid cuando les cambien la vestimenta. Van con zapatos que no soportan el frío de estos días y con pantalones que no defienden de las temperaturas invernales.
La noticia me llamó la atención porque ya había oído hablar del tema. Estas denuncias y reivindicaciones sólo son la punta del iceberg. ¿Saben ustedes en qué condiciones tienen que trabajar los policías de Castilla y León? Además de esos uniformes viejos y de la falta de calzado, están otras cuestiones. Por ejemplo, la carencia de guantes anticorte. Por ejemplo, los chalecos antibalas. En la web de SUP hay un documento en pdf para que cada agente solicite guantes y chalecos porque es deber del empresario facilitárselos para que se cumplan las medidas de seguridad, como disponen en la ley de Prevención de Riesgos Laborales. Las cartucheras que les facilitan a los policías cuentan con un inconveniente mayúsculo: son fáciles de arrancar. Así, un tipo puede acercarse por detrás y llevársela de un tirón. Los chalecos antibalas se caen de viejunos. Con el tiempo, el kevlar se desgasta, caduca, y las balas son capaces de atravesarlo a unos metros de distancia. Las balas que reciben los agentes al entrar en el cuerpo sufren cierto deterioro con los años, debido al roce continuo. ¿Recuerdan el caso de la mujer policía, zamorana para más señas y perteneciente al cuerpo de caballería, que falleció al caerse del caballo porque no tenía casco? Luego los altos cargos trataron de darle el maquillaje oportuno en la prensa para que pareciese otra cosa distinta a la realidad: argumentaron que la chica se había negado a ponerse el casco, que sufrió un desmayo, etcétera. Tras aquel suceso, por la red corrió un mensaje en el que denunciaban ese maquillaje de la verdad y contaban algunas realidades del cuerpo de caballería que no interesan a los jefazos: la cantidad de material que unos policías “heredan” de otros, el peligro de ir en caballos viejos o enfermos o medio locos y otros ejemplos que denotan el incumplimiento de las medidas de seguridad.
El resultado principal de todo esto es que, como me dijo un policía, si uno quiere ir seguro, vestido de acuerdo a las mínimas condiciones de seguridad para trabajar en la calle frente a la delincuencia, tiene que comprarse él mismo la mitad del equipo. Como se lo cuento. Pagar el material correcto y adecuado de su propio bolsillo, con su sueldo: las botas, los guantes anticorte, el chaleco antibalas, la cartuchera que resista los tirones, y en ese plan. La Administración afirma que velará por “el uso efectivo y correcto” de los equipos de protección pero, mientras tanto, mientras se depuran responsabilidades y se maquillan ciertos errores de cara a la ciudadanía, ahí tenemos a los policías, gastándose su sueldo en equipo que cumpla las normas, jugándose el pellejo, esperando a que la gente sepa la verdad: el estado lamentable en que trabajan.