Dice muy acertadamente José Luis Piquero en el prólogo de este poemario que La Kansas de estas cartas poéticas de Sofía Castañón no figura en mapa alguno, como no sea en un imposible mapa emocional. Así es. El mundo perdido del que habla la autora es el de la infancia y la adolescencia, asociadas ambas al territorio mítico de la Kansas de El mago de Oz. Asociadas a la pérdida, a la ausencia del amor, al exilio. Las referencias literarias y cinematográficas están tejidas con una habilidad asombrosa en los poemas: Oz, Peter Pan, Ulises, Tomates verdes fritos. La dulzura de la propia Sofía se muestra en el libro, pero en el papel también nos asesta algunos zarpazos al final de los poemas (este papel en blanco / y el caos / que aún me sigue habitando) de éste, su desguace sentimental. Pero pasemos a un poema (y gracias a Patxi Irurzun por conseguirme el libro):
Me he aficionado a responder
encuentas por teléfono y a escuchar
a los testigos de las cien religiones
de mi barrio. Dejo que me acose
la vecina del cuarto con cosméticos
que sé que no me quitarán las ojeras
y me trago
todos los programas
que hablan de
cómo viven los ricos
cómo mueren los pobres...
Estoy muy ocupada,
por eso no entiendo por qué
ahora, sola en la habitación,
echo tanto de menos tus pies,
húmedos por el sudor compartido,
pisando las baldosas de la cocina.
encuentas por teléfono y a escuchar
a los testigos de las cien religiones
de mi barrio. Dejo que me acose
la vecina del cuarto con cosméticos
que sé que no me quitarán las ojeras
y me trago
todos los programas
que hablan de
cómo viven los ricos
cómo mueren los pobres...
Estoy muy ocupada,
por eso no entiendo por qué
ahora, sola en la habitación,
echo tanto de menos tus pies,
húmedos por el sudor compartido,
pisando las baldosas de la cocina.