domingo, diciembre 07, 2008

Horarios de cierre

Sales a las tantas porque has estado cenando en casa con unos amigos y luego conversando mientras tomáis una copa. Una copa sin garrafón. Se ha pasado el tiempo volando y compruebas que ya son las dos y cuarto de la madrugada, pero tras tanto rato en casa conviene airearse un poco y entrar en un garito. Suelen cerrar a las tres, así que aún hay tiempo de tomar algo por el barrio: poco más de media hora, pero suficiente para luego irse a dormir. Tras una noche tranquila, también necesitas algo de ruido, de música alta, de estruendo, de jaleo y humo. Necesitas un rato apoyado en la barra, que es algo que a esas horas no puedes hacer en otros países de Europa.
Os dirigís al local más cercano. Un bar en la esquina, de ambiente agradable, un poco bohemio, con la música al volumen justo para disfrutar de las conversaciones. Parece un pub, pero no lo es. No cobran entrada, no hay porteros y los adornos, aunque vanguardistas, no encubren su veterana condición de tasca. O de cafetería vieja. Aún no son las dos y media de la mañana pero, al llegar, ves que una de las dos puertas tiene la trapa bajada. Por la otra salen los parroquianos. Alguien dice: “Han cerrado”. A otras personas les ocurre lo mismo: iban de camino a ese bar y lo acaban de chapar. Así que decides buscar otro para tomar la última, para enseñarles a tus amigos algún local del barrio. Cerca de allí hay otro pub. Ese sí tiene las características de un pub, aunque es más ruidoso. No importa. Pero en la puerta está un tipo que sostiene en la mano una torre de vasos de plástico de medio litro. Cuando sale alguien con una copa o un tercio de cerveza, el de la puerta coge la bebida, la echa en el recipiente y le entrega el vaso de plástico. Preguntas si podéis pasar. El portero dice que no, que acaban de cerrar y ya están echando a la gente. Echas un vistazo a otro garito y también está cerrado. ¿No chapaban siempre a las tres? A un paso hay otro local. Pero la última vez que entraste no sólo estaba saturado de gente, sino que los porteros te cobraron entrada (por ser hombre: las mujeres pasaban gratis) y con la entrada te sirvieron una copa aguada. Lo descartas. Unos metros más allá aún está abierto otro bar. Música de calidad, decoración inspirada en el rock de los setenta, buen ambiente. Al final entráis a tomar una copa. A las tres en punto, o quizá antes, quitan la música y encienden algunas luces. Es el aviso para que la gente se marche. Y no lo entiendes. Desde que has salido de casa viste un bar que ya estaba cerrado. Dos o tres que cerraron a las dos y media, o sea, antes de lo previsto. Otro, en el que pudiste entrar, que chapa a las tres. Y, cuando os vais a casa, a las tres de la mañana, aún queda otro local que cobra entrada y que, por lo que sabes, suele cerrar a las seis (y no es un pub ni una discoteca).
No te queda muy claro por qué unos cierran antes y otros después. ¿Es un asunto sólo de licencias? ¿O es cosa de sobornos? ¿Por qué tienes la impresión de que los garitos menos ruidosos cierran cada vez más pronto? Tal vez sólo estén cumpliendo con los horarios, para que no les clausuren el negocio. Menos mal que esto te ha pillado en una época en la que ya no sales tanto como antes. No tardaremos en ver aquí, en este país que presumía de largas noches de parranda, el modelo copiado a otros países: cierre de bares a las doce de la noche, por ejemplo. Y llegará un momento en el que los hosteleros sean incapaces de hacer frente a los gastos. Y son demasiados los costes que ocasiona tener un garito: alquiler, luz, agua, limpieza, impuestos, multas, poca clientela y cierres a una hora cada vez más temprana. Lo sé por experiencia.