La famosa declaración de Mariano Rajoy sobre la Fiesta Nacional es tan jocosa como desafortunada. “Mañana tengo el coñazo del desfile; en fin, un plan apasionante”. Y se cubrió de gloria. Una gran trizada porque lo dijo creyendo que los micros estaban cerrados. En El País repasaban este domingo los descuidos de otros políticos cuando creían que nadie les podía oír: Bono hablando mal de Blair, Aznar diciendo que acababa de soltar “un coñazo” en el Parlamento Europeo, Zapatero contándole a Iñaki Gabilondo que les convenía la tensión durante la campaña electoral y el propio Rajoy llamando tonto del culo a un periodista. Lo que me gusta de la frase de Rajoy es que dijo lo que muchos piensan, pero callan. Lo que a nadie gusta es que la declaración sea opuesta a su ideología. En la televisión nos han recordado aquel discurso en vídeo que dio durante las elecciones, en el que instaba a los españoles a demostrar su patriotismo defendiendo la bandera y felicitaba el día de la nación española. La frase es contundente y genial, sobre todo por la ironía final: “En fin, un plan apasionante”. Es humor español. Quedará para la historia junto a otras declaraciones célebres: “¡Manda huevos!”, “¿Por qué no te callas?” y otras consignas que luego aparecen impresas en camisetas o como sintonía de los móviles. España es así.
No he visto la retransmisión del desfile, pero supongo que Rajoy se presentaría allí con cara de póker. Menudo papelón, el suyo. Como siempre ocurre en el periodismo, lo más interesante es lo que hay detrás: el off the record, el comentario desafortunado, el chiste o la ofensa que recogen las cámaras y los micrófonos cuando quien lo dice cree que ya no se está filmando ni grabando. Suele suceder que a un entrevistador se le cuenten las confidencias más jugosas cuando ha apagado la cámara. “Pero esto no lo saques, ¿eh? Esto queda entre tú y yo”.
Estas declaraciones en la intimidad, que contradicen la opinión que se ha mostrado en público, son el sello de muchos políticos. Hace unos diez días, el escritor y filósofo Slavoj Zizek publicó un artículo en el que analizaba la campaña electoral de John McCain y en el que apostaba por descubrir o intuir “el verdadero mensaje por debajo de la llamativa superficie” en cada promesa electoral. Zizek partía, en su brillante análisis titulado “Unas gafas para leer entre líneas a McCain” (en El País), del cine y, en concreto, de una película. Me gusta que alguien prestigioso utilice un filme para describir una situación real y política, porque cuando lo hago yo mis amigos me llaman “freak”. Zizek comenzaba hablando de una escena de la película “Están vivos”, de John Carpenter, que es una de las pocas que me faltan por ver de su filmografía (pero tuvo poca resonancia y mala distribución y fue un fracaso de taquilla). En dicho título, el protagonista se coloca unas gafas, mira hacia un cartel publicitario y ve el mensaje oculto e implícito. Allí donde incitan a comprarse una tele nueva en color, el mensaje visto con las gafas es: “¡No penséis, consumid!”. Zizek se preguntaba qué ocurriría si esas gafas fantásticas existieran y las pudiéramos usar para ver el trasfondo de la campaña republicana de McCain. La respuesta: que el mensaje verdadero sería el contrario de lo que dice en actos públicos. Lo mismo podríamos hacer en España con casi todos los políticos. Usar las gafas, que nos revelarían la verdad entre líneas, para desarmar esas mentiras con las que tantos políticos tratan de ganarse al ciudadano. Aunque, bien pensado, aquí no las necesitamos. Basta un micrófono abierto para que ellos solos caigan en la trampa y confiesen la verdad.