viernes, julio 04, 2008

En la Real Casa de Correos

Contamos una vez aquí que la Asociación de la Prensa de Madrid le había otorgado a Sergio Martín, zamorano y colega, el Premio Larra que, desde hace casi una década, reconoce la labor de periodistas menores de treinta años. El miércoles pasado le entregaron el galardón. Y Sergio, que está en todo, me invitó a ir al evento, para el que se requería invitación formal y, supuse, buena presencia. Le pregunté, unos días antes: “¿Es necesario ir muy arreglado?”, y me respondió: “Un traje no sobra”. El aviso me vino bien porque, como le dije, no quiero que me ocurra lo de los créditos de “Reservoir Dogs”, cuando todos van con traje menos el hijo del jefe, que va en chándal. Yo no quiero ser el del chándal. Así que me puse mi mejor traje (léase: el único que tengo) y fuimos a la Real Casa de Correos, que es ese edificio de la Puerta del Sol que alberga el reloj de las campanadas de Nochevieja. Por una vez, nosotros no éramos los mirones que se apretujan junto a la puerta para ver llegar a políticos y famosos.
Y la sala estaba llena de ambos, de políticos y de famosos: Esperanza Aguirre, Baltasar Garzón, Fernando González Urbaneja, Nati Mistral, Arsenio Escolar, José María Álvarez del Manzano, Olga Viza, Javier Capitán, Pilar Urbano y otros muchos a cuyos rostros conocidos no fui capaz de asignar nombres. Y a ellos debemos sumar los premiados: el dibujante Máximo, Maite Cunchillos, Ramón Sánchez-Ocaña, Javier Godó, Ángel del Río y Sergio Martín. Por la mañana fueron recibidos por los Príncipes de Asturias. Sergio aparece en la foto junto a Letizia Ortiz, quien, por cierto, obtuvo ese mismo Premio Larra en su segunda convocatoria. Se hace raro ver a uno de tus amigos junto a la realeza. Desde Zamora se desplazó, además, la familia de Sergio. Como suele suceder en estos eventos, la ceremonia fue un poco aburrida, salvando algunos momentos puntuales. La sala de la Casa de Correos tiene una acústica horrible, y a ello contribuye también el ruido que llega de Sol y el estruendo subterráneo de los trenes del metro que pasan justo por debajo. Antes de entregar cada premio, en la pantalla proyectaban un vídeo con las declaraciones de cada premiado y las de gente de reconocido prestigio que opinaba sobre sus trabajos.
A Sergio Martín, que es quien aquí nos interesa, lo apoyaron Olga Viza y Julio César Iglesias con sus opiniones. Urbaneja destacó, de su labor en RNE, su actividad incansable; dijo de él que era audaz, fresco e innovador y, lo más importante, que hacía un “periodismo de calle”. Reconoció que la categoría de este premio era difícil por la búsqueda de candidatos menores de treinta tacos. Ha habido tres años consecutivos en los que el Larra fue declarado desierto. Le entregó el galardón la ganadora del año pasado, Cristina Villanueva, de La Sexta. Sergio dominó la situación en el escenario. Contó una historia de su infancia relacionada con el embrujo de la radio y los sueños que nos permite alcanzar. También era raro verlo allí, entre tanta cabeza de pelo blanco. Aguirre tuvo amables palabras para él en su discurso, aunque estuvieran escritas por otro. Me fascina de Sergio que nunca se arredra ante nada. Ya era así en los tiempos de la universidad, cuando lo conocí. Es de los que se tira a la piscina sin pensárselo, tenga agua o no. De los que, si hay que subirse a un helicóptero militar o tirarse en paracaídas para hacer el reportaje, lo hará. Luego la Casa Real convidó a un cóctel: canapés y bebidas. Al salir, una vez alejados de los fastos, le enseñé a Sergio una de las fotos que le hice con el móvil. Dijo: “¡Joder, pero si parezco un niño repollo!”. Que no falte el humor: y jamás le abandona, ni siquiera en situaciones desesperadas.