Un par de años atrás David González, uno de los lectores más voraces que conozco, me descubrió Drown (Los boys), de Junot Díaz. Una maravilla, así que esperaba con ansia su segundo libro, que ha tardado siglos en escribir. Y no me ha defraudado, sino que Díaz eleva el listón.
Óscar vive en Nueva Jersey con su familia y carece de la virilidad del dominicano medio. Es un nerd, un chaval gordo, con gafas y bastante loser. A través de su historia y la de su hermana, sus padres y sus abuelos, con saltos en el tiempo y varios narradores, Junot Díaz lleva al lector por las calles de Santo Domingo y Nueva Jersey desde los años 40 hasta mediados de los 90. Eso incluye adentrarse en la dictadura de Trujillo, a quien el narrador compara con el Ojo de Sauron. Incluye un tema que ya obsesionaba a Díaz: la condición del inmigrante, su desarraigo allá donde vaya y la necesidad interior de querer estar siempre en otro sitio. A Óscar lo llaman Óscar Wao como burla a la pronunciación de Oscar Wilde en dominicano. Óscar es el tío más obsesionado del mundo con las mujeres, pero no se come un rosco. Se enamora en cada esquina y cree que morirá virgen. Su familia sufrió la dictadura del trujillato, y sabe que arrastra una maldición (el fukú).
La novela está plagada de referencias al cómic, al cine y la televisión, a la literatura de fantasía y ciencia ficción, a los videojuegos: Dune, X-Men, Solomon Grundy, Sauron, El Señor de los Anillos, Ballard, los jedi, Star Trek, Jim Kelly, las Crónicas de la Dragonlance, Spiderman, Los Cuatro Fantásticos... A pesar del conocimiento que tenga uno de esa cultura, es necesario leer el libro con Google a mano. Son tantas las referencias y guiños utilizados que, cuando en el futuro hagan ediciones críticas de la novela, con notas al pie y diccionario, doblarán el número de páginas.
La jerga que emplea Díaz, basada en el spanglish, enriquece la lectura (y hay que quitarse el sombrero ante la labor de Achy Obejas, su traductora): jabao, fly bachatero, papichulo, fokin, jevas, pariguayo, jonronero, rapar, panas, tetatorio...
Sin más rollos, vamos con un fragmento (recomiendo leer esta entrevista que Gabi Martínez le hizo a Díaz):
¿Qué podía decir Óscar? ¿Que la culpa era de Sauron? ¡El tipo pesaba 307 libras, por amor de Dios! ¡Hablaba como una computadora de Star Trek! Pero la verdadera tragedia era que nunca conocí a alguien que tanto hubiera querido estar con una muchacha. A mí me gustaban las jevas, pero nadie, y quiero decir nadie, estaba tan metío con ellas como Óscar. Para él eran el principio y el fin, el Alfa y Omega, DC y Marvel. El tipo estaba tan enviciado que ni siquiera podía ver una jevita linda sin ponerse a temblar. Se enamoraba por nada -sólo en el primer trimestre, estuvo en el nivel de asfixie con al menos 24 jevitas diferentes. Por supuesto que nunca llegó a nada. ¿Cómo iba a llegar? ¡La idea de Óscar de cómo se enamoraba a una jevita era hablarle de juegos de rol! ¿Qué locura es ésa? (Mi momento favorito fue un día en la guagua de la línea E cuando le dijo a una morena que estaba buenísima, ¡Si estuvieras en mi juego te daría dieciocho puntos de carisma!)