martes, abril 22, 2008

Poemas de la era nuclear, de Óscar Hahn


Es asombrosa la trayectoria de Bartleby Editores en la publicación de poesía. Echen un vistazo: Sharon Olds, Billy Collins, Antonio Gamoneda, Raymond Carver, Tess Gallagher, David González, C. K. Williams, Jack Kerouac, Félix Grande, Ryszard Kapuscinski, Ángel González, W. H. Auden... Y lo que vendrá, sea en poesía o en prosa: Denise Duhamel, Sylvia Plath, Haroldo Conti, John Steinbeck, Nial Williams, Robert Hass...
Esta antología me ha permitido conocer el trabajo del chileno Óscar Hahn. El libro reúne poemas muy buenos y poemas extraordinarios, entre los que hallamos una enriquecedora variedad de temas. A veces son las guerras y holocaustos y exterminios los que le preocupan, con alusiones a los soldados muertos, al nazismo, a Hiroshima, a las ciudades arrasadas por el fuego y convertidas en ceniza, en versos de denuncia social. A veces, el protagonista del poema se convierte en un fantasma que está cerca de la mujer amada, en forma de sábana o de sueño o de toalla. Quizá a algunos lectores les sorprenda (pero seguro que les agrada) que un autor nacido en 1938 sea capaz de dar forma a poemas donde no falta el rock (Hotel California, John Lennon, Nirvana, Elvis), o las nuevas tecnologías (véase Esperando tu email), o el 11-S (Dominó, Torres Gemelas), o el amor que se pierde para siempre o el embrujo de las lolitas en el hombre mayor y cómo éste se ve envejecer en el rostro de las estrellas de Hollywood que se marchitan y arrugan. Este poemario es imprescindible y me resulta difícil escoger un poema. En días sucesivos iré colgando algunos más, y también pondremos alguno en Hank Over:

EN LA TUMBA DEL SOLDADO DESCONOCIDO

Con qué alegría marchan los hombres a la guerra
Con qué entusiasmo limpian y cargan sus fusiles
Con qué fervor cantan sus himnos de combate
Con qué ansiedad toman su puesto en la trinchera
Con qué inquietud oyen el ruido de las bombas
Con qué insistencia silban las balas en el aire
Con qué lentitud corre la sangre por su frente
Con qué estupor miran sus ojos el vacío
Con qué rigidez yacen sus cuerpos en el barro
Con qué premura son arrojados en la fosa
Con qué rapidez son olvidados para siempre