lunes, febrero 18, 2008

There Will Be Blood (Pozos de ambición)


Tras la interesante (pero menor, o al menos no tan ambiciosa) Punch-Drunk Love, en la que nos enseñó que el amor puede darte tantas fuerzas como las espinacas a Popeye, Paul Thomas Anderson ha dado un gran paso en su obra (no obstante, mi favorita sigue siendo Magnolia). En There Will Be Blood nos relata la historia de un pionero del petróleo, envenenado por dentro de odio y de ambición. Un hombre capaz de quitar todas las barreras que entorpezcan su camino hacia el éxito económico, aunque para ello tenga que mentir, especular, matar o convertirse al catolicismo en una ceremonia plagada de falsedades. Una de esas barreras la representa un joven predicador. Así, del choque entre el prospector y el sacerdote saltan chispas, pues ejemplifican dos motivos que suelen dar al traste con el buen funcionamiento del mundo: los intereses empresariales y los intereses religiosos.
Anderson parece decirnos que América se construyó sobre cimientos de mentiras, sangre y dólares. El retrato que hace Daniel Day-Lewis de este despreciable magnate es espléndido, como siempre; no en vano, es una bestia de la interpretación, el Marlon Brando de nuestro tiempo. Y no debemos olvidar la labor de Paul Dano, aunque lo hayan ninguneado en los repartos de premios.