Me adelanta en la calle, el pelo
apelmazado, la piel macerada de mugre,
murmurando, el traje manchado y acartonado –
y sin embargo es tan joven, su barba rubia como
símbolo de belleza y poder. Pero sus manos,
sorprendentemente lisas, como sin nervios, cuelgan
aleteando ligeramente al caminar, como las manos de
alguien que ha tenido la polio, manos
que ya no puede usar. Huelo la podredumbre de su
orina, veo el lingote de su barba,
y pienso en mi hermano pequeño, su belleza,
en la aleación y en el voltaje de su barba, la vida
que no está aprovechando, como ese violinista a quien
se le han destrozado las manos para que no pueda tocar –
yo que presencié el aplastamiento de sus manos
y contribuí a aplastarlas.
Sharon Olds, Los muertos y los vivos
apelmazado, la piel macerada de mugre,
murmurando, el traje manchado y acartonado –
y sin embargo es tan joven, su barba rubia como
símbolo de belleza y poder. Pero sus manos,
sorprendentemente lisas, como sin nervios, cuelgan
aleteando ligeramente al caminar, como las manos de
alguien que ha tenido la polio, manos
que ya no puede usar. Huelo la podredumbre de su
orina, veo el lingote de su barba,
y pienso en mi hermano pequeño, su belleza,
en la aleación y en el voltaje de su barba, la vida
que no está aprovechando, como ese violinista a quien
se le han destrozado las manos para que no pueda tocar –
yo que presencié el aplastamiento de sus manos
y contribuí a aplastarlas.
Sharon Olds, Los muertos y los vivos