¿Qué es lo que le gusta a la gran mayoría de habitantes de Zamora? No es difícil: pasear desde la Avenida Príncipe de Asturias hasta la Catedral, pasando por Santa Clara, cita inexcusable en la que todos van a mirarse. Visto así, dos de los ejes que sostienen las celebraciones de San Pedro son la Feria del Ajo y la Feria de la Cerámica. La primera está en las Tres Cruces, o sea, cerca de la Avenida. Y la segunda en la Plaza Viriato, o sea, de camino hacia la Catedral. De modo que el personal se levanta, empieza el paseo por donde los comerciantes exponen los ajos, echa un vistazo, calibra el ambiente, pregunta por los precios y anota lo que va a comprar para volver a por ello al día siguiente. Desde allí, la tarde es propicia para tirar por la Avenida y enfilar por Santa Clara, con alguna parada de añadidura para reponer fuerzas en los bares de tapas, y luego curiosear entre la cerámica y la alfarería, donde los paseantes harán lo mismo que con los ajos: echarle un ojo a lo que pretenden comprar otro día; de momento preguntan, anotan y prosiguen el paseo hasta la Catedral, donde, si el tiempo acompaña, se pueden hacer fotos o tomar un helado. Lo sé porque lo veo y me lo cuentan y sé que mis familiares siguen esa rutina, y que incluso yo hice algo parecido cuando vivía allí. Y esas son, en general, las ferias. A ello sumamos el hecho de respirar el ambiente festivo, que no es mucho salvo en sábado, y acudir a algún concierto.
El fin de semana había exceso de gente en la ciudad. Muchos vinimos desde Madrid, y desde otras provincias, a pasar el viernes y el sábado. Pero no debemos confundir el mogollón de gente dando vueltas por la ciudad con la juerga y el ambiente festivo. Lo digo porque los políticos ven la calle llena y ya se creen que con eso han triunfado. Pero no es así. Saliendo por ahí se escuchan cosas. El programa de San Pedro no gusta mucho porque es siempre lo mismo; y estoy, sí, generalizando. Porque habrá lógicas excepciones. Habrá personas conformes. Ajos, cerámica y coches recorriendo la ciudad mientras sus conductores aporrean el claxon para que los veamos. Poco más. Pero no estoy criticando los ajos, la cerámica y los coches. Digo que deberían ampliarse los actos, que siempre es lo mismo, que uno empieza a hartarse y a aburrirse. Ya lo hemos visto con las peñas: organizaron una sentada ante el Ayuntamiento para reivindicar libertad en las actividades de San Pedro. Habrá alguien que me diga que el sábado, en los bares, no cabía un alfiler. Y le daré la razón; pero muchos sábados, cuando voy a Zamora, esos mismos garitos también están a reventar. Quiere decirse que algo habrá que hacer. Se necesitan ideas nuevas que atraigan a la juventud. A la gente natural de Madrid, León o Salamanca le gusta salir algún que otro fin de semana por nuestra ciudad. Imaginemos si el programa fuera más completo.
Recuerdo tiempos mejores. La cosa ha ido decayendo en los últimos años y, al final, tendremos únicamente los ajos y la cerámica, los toros y el folklore. Como esto siga así, no sé dónde iremos a parar. Unas fiestas construidas con un programa endeble y con los vecinos protestando por el ruido, pueden acabar convirtiéndose en unas fiestas silenciosas, sin ruido ni emociones. El domingo pasado, en “Cuarto milenio”, hablaron de “Los Sentidos del Crimen”, muestra que hubo en la ciudad. Se refirieron a Zamora como “una ciudad tranquila” y “probablemente la ciudad más tranquila de España”. Así nos ven, así somos. En el Ayuntamiento quieren comprimir las fiestas en una semana, en lo sucesivo. Parece una buena iniciativa. Dije “fiestas”, pero en realidad sólo son “ferias”, en acertada acepción de Braulio Llamero.